martes, 27 de enero de 2009

PRÓLOGO


En la todavía extrañamente calurosa noche de noviembre, con la luna en sus inicios de crecimiento apenas visible en el cielo más que como una pequeña curva de luz, solo las separadas farolas de la lujosa urbanización alumbraban algo sus calles.
Era una noche hermosa, tranquila en esa zona de la ciudad, pero existen muchas noches parecidas en el resto del mundo, y también ocurren cosas terribles en noches hermosas.

El desenlace, presumiblemente desastroso, de una malvada apuesta iniciada al pie de las pistas de esquí de Gstaad, entre dos inteligentes, atractivas, aburridas y afortunadas mujeres estaba a punto de acontecer.
Al azar habían escogido el país en que se iba a desarrollar el juego, y el juego había estado a punto de acabar con el país.
Todo el aparato del servicio de inteligencia español por un lado; la rica heredera inmobiliaria suiza por otro; la aún más rica heredera tejana del petróleo en un tercero; y en el centro del triángulo, inocente de todo punto pero temeroso de recibir todos los varapalos, se encontraba Jacobo Palillo, ciudadano honesto, cumplidor con sus impuestos y cuyo único infortunio era haber pretendido ser infiel a su mujer.

Cuando estas dos bellezas se retaron en los cómodos sillones de piel del hotel, delante de la mesa sobre la que descansaban sus respectivos vasos (con bebidas isotónicas, que ellas se cuidan mucho), para ver quien se hacia con los favores y la rendición sentimental completa del varón más inteligente posible, no sospecharon la crisis que podían provocar en un país tan escaso de cerebros como España.
Los primeros pasos los iniciaron a través de Internet, en las páginas de contactos sexuales. Ante la abundancia de oferta ese fue finalmente el campo de batalla escogido, requería muy poco esfuerzo físico y permitía montar pequeñas oficinas de captación de incautos con una sola firma para cada una. Onlysex24 y BonBunny, estaban a punto de hundir un país sin pretenderlo.

Sorprendentemente, entre los millones de ansiosos necesitados de sexo también aparecían algunos elementos brillantes que destacaban entre la multitud, generalmente casados, así de injusta es la vida sexual conyugal para el macho ibérico. Las primeras crisis matrimoniales entre elementos principales del gobierno y de los gerifaltes de algunas de las principales empresas nacionales ya provocaron la intervención del Cesid. Las importantes influencias y contactos de estas mujeres evitaron que hubiese consecuencias penales, pero el juego continuó. Los pececillos pescados eran de tan poca categoría intelectual que ninguno garantizaba ganar la apuesta. Los científicos de alto nivel podían ser más útiles, ¡y de todo había en el mar del sexo cibernético!

Los servicios de inteligencia intentaron infiltrarse entre las amistades virtuales de estos dos peligros femeninos, sin éxito. De hecho, algunos de los agentes encargados de hacerlo enviándoles mensajes o contestando en sus blogs hubieron de pedir baja por depresión y recurrir a los fármacos para solucionar problemas de impotencia tras algunas de las respuestas demoledoramente crueles que recibieron. La única solución fue captar alguna de las amistades que ya disfrutaban de la correspondencia de BonBunny o de Onlysex24, y que estaban siendo sutilmente analizadas por los expertos. El pobre Palillo fue el escogido, sin una mente demasiado brillante resultaba, sin embargo, entretenido y gracioso en sus mensajes, por lo que se estaba retrasando su rechazo por parte de BonBunny pese a que ella sabía que jamás conseguiría ganar con él. Le servia de distracción mientras seguía su búsqueda. Y en las conversaciones que ambos mantenían, el Cesid encontraba material de interés.

Los acontecimientos se precipitaron cuando al acercarse la fecha limite para la apuesta, Onlysex24 había conseguido una ventaja apreciable al cautivar a uno de nuestros astrofísicos más importantes, trabajaba para la NASA y tenia un adosado con jardín en las afueras de Madrid. BonBunny, en una maniobra desesperada, había tenido que solicitar directamente hombres con un cociente intelectual por encima de 200 en las propias páginas de contactos, obviamente con resultado nulo, por lo que intento maniobras más rastreras pero más efectivas.
Cuando el científico estaba a punto de ser engullido por Onlysex24 con una oferta matrimonial, la suiza BonBunny pudo localizarlo, seducirlo y atraparlo, el pobre tocaba demasiados palos dentro de la red y dejaba demasiadas puertas abiertas.
No satisfecha con su victoria parcial, BonBunny, le hizo escribir un mensaje describiendo su encuentro carnal y publicarlo dentro de la página de contactos que ambas rivales empleaban para sus capturas. La humillación para su rival desencadenó lo que hoy esta a punto de finalizar, con resultados desconocidos para todos.

El pobre Palillo, con su chaleco antibalas puesto dentro de la Mercedes Vito camuflada, solo rogaba salir con bien de todo aquello y si había de morir al menos esperaba, antes de hacerlo, poder ver, o incluso tocar, el rostro de la mujer que le había conducido hasta este momento y lugar.


(Continuará...)

domingo, 18 de enero de 2009

No hay cita rara.


-¿Teníamos que quedar aquí?
-Es que me gusta impresionar a las chicas.
-Pero yo no soy una chica, ¿acaso te piensas que si?
-No, no, ya se que no lo eres, es suficiente que lo sea yo.
-Espero que si lo seas. Yo no quedo con chicos.
-¿Quieres comprobarlo ya? No vivo muy lejos.
-No sé. No me fío. Tendríamos que conocernos más.
-Dame la mano.
-¿Para qué?
-Sí que eres desconfiado, sí.
-Toma.
-Mira. Estoy mojada.
-Tú no te lavas mucho. ¿Verdad?
-Nunca en la primera cita. Me gusta dejar un penetrante recuerdo.
-Sí que huele, sí.
-¿Quieres tocarlo otra vez?
-No, realmente ya me ha bastado. No quisiera que se me despellejase la mano. Quizás deberías usar ropa interior. Ahora ya entiendo el olor que había al llegar.
-No quería que te perdieras. Pareces tan simpático.
-¿Sabes? Ese olor no me excita, casi me voy a ir.
-No puedes.
-¿Por qué?
-Por que sí te excita. Sabes que vamos a hacerlo aquí mismo.
-No creo. Pareces un poco cochina.
-No lo soy, solo te estoy enredando.
-Yo no me dejo enredar, tengo muchas escamas. ¡Qué haces! No me toques.
-La tienes dura, y yo estoy mojada. Vas a hacérmelo en nuestra primera cita.
-Está dura a mi pesar. Yo soy muy limpio.
-Por eso está dura.
-No me toques más.
-Bueno, pues desabróchate tú y sácala tú. Yo no la toco, solo la chupo.
-Si te piensas que te voy a devolver los chupetones estás muy equivocada. No sería capaz de acercar mi nariz.
-No te estoy pidiendo nada.
-Te dejo que me la chupes.
-Gracias.

-Nunca se la habían tragado entera. Eres una garganta profunda.
-¿Te ha gustado?
-Francamente sí.
-Quítate los pantalones.
-No, gracias.
-Siempre dices no y luego es sí. No pierdas más el tiempo. ¿Traes preservativos?
-Solo es una primera cita, no pensaba tener que utilizarlos.
-Ya me lo temía yo. Toma alma candida.
-Voy a usar dos si no te importa.
-Si eres capaz de meter uno dentro de otro a mi me da igual.
-Es que me da reparo. Debe estar muy sucio.
-Tú sabrás. Yo me voy a agachar y tu te vas a aprovechar de mi, si te gustan los culos puedes también usar el mío.
-¿Esta tan limpio como el “oloroso”?
-Estará aun más oloroso.
-¡Que asco!
-Tú mismo.
-Por cierto, si necesitas ayuda para entrar por la puerta de atrás puedes usar esto.
-¡Pero esto son bolsitas de Ketchup!
-¿Que más da? El caso es que resbale. Las he cogido a la hora de comer, pensando en ti.
-Eres una asquerosa.
-Puede, pero tú estás con los pantalones bajados y no parece que te vayas a ir. ¿No es cierto?
-Date la vuelta, cerda.
-Hasta el fondo, ya sabes, por donde quieras. Quiere por todas partes, si te atreves.
-Ahora verás.

-Joder, ha sido asqueroso del todo. Mira como tienes el culo, todo lleno de tomate sucio.
-¿Eres tonto? ¿Cómo quieres que me mire el culo? Pero veo que te ha gustado, eso se está empinando otra vez.
-Debe ser una reacción alérgica. No me lo explico.
-Me parece que voy a terminar de endurecerlo.
-No me vayas a poner eso, coño, ¿pero como se te ocurre?
-Me gustan las salchichas con Ketchup. Ven aquí, finolis. No voy dejar ni rastro.
-Ya lo puedes dejar bien limpio.
-Ahora verás.
-¡Ahhh!. ¡Puta!. No me metas tomate por el culo.
-¿Te ha dolido?
-No. Pero no soy maricón.
-Pues cierra el pico mientras chupo y te meto el dedo. Si tienes alguna queja me paro.

-Vaya, tienes reservas todavía. Parece que no te ha desagradado del todo.
-No.
-No te avergüences, eso no implica que seas maricón, tigre.
-Pero no puedo ponerme los calzoncillos.
-¿Me estas pidiendo que te limpie?
-¿Te importa?
-Por supuesto que no.

-Oye, parece que se te endurece con facilidad.
-Generalmente no es así.
-Parece que vas a ser un poco cochino después de todo.
-No, no lo soy, me gustan las cosas muy limpias y me refiero a las cosas que chupo y donde la meto.
-Yo soy muy limpia, pero ya te he dicho que en la primera cita me gusta ser muy “natural”
-Esto no ha sido natural, es un poco repugnante.
-Ya lo veo. Creo que todavía podrías hacer un esfuerzo. ¿Otros dos preservativos?
-Me apaño con uno.
-Bien dicho.

-Deberíamos irnos. Hace rato que han cerrado.
-Bueno, pero yo ya estaba tan a gusto. No huelo nada.
-A ningún cochino le huele su porquería.
-La porquería es tuya.
-Ahora es compartida, no le has puesto muchas pegas.
-Es cierto, me has llevado al huerto.
-No es un huerto, es un vivero. ¿Quieres llevarte alguna plantita de recuerdo?
-No podría llegar con una maceta a casa. Mi mujer se mosquearía.
-Si podrías, pero tú sabrás.
-Déjalo, muchas gracias. ¿De verdad también citas aquí a mujeres?
-Claro, amor. A mi gusta conocer todo tipo de gente. Y para eso el vivero es mío.
-¿Cuándo volveremos a vernos?
-¿Tú estas loco? Yo no salgo con gente tan cochina como tú. Te he dicho que soy muy limpia.

jueves, 15 de enero de 2009

Una Vespa amarilla.


Todos hemos sido jóvenes, pero algunos han sido jóvenes antes que otros. Eso es lo que le ocurrió a mi primo. El fue joven y alegre vividor antes que yo, supongo que el ser rico de familia debió ayudar lo suyo en esto, pero seguro que mucho más ayudo el hecho de que naciese diez años antes de que me tocase a mí.
El fue uno de los primeros en tener una moto en el pueblo, y donde todos tenia una Mobilette o algo así, de aquellas que había que dar pedales cada dos por tres no sé para qué, el tenía una Vespa bien gorda, de segunda mano pero fardona, verde raro, de ese verde que era el único color de vespa que se servía entonces, un verde parecido al que tenían los hierros de las camas de hierro que no tenían color metálico. ¿Alguien sabe el color al que me refiero? ¿No? Pues no será por que yo no me explique bien, coño. Pero el color no es trascendente para esta historia, al menos ese color, fuese el verde que fuese.

Mi primo evolucionaba rápido, también quemaba rápido los billetes de su padre, la vespa pronto fue arrumbada en el garaje y sustituida por un fantástico dos caballos de color gris vainilla, un gris aburrido, de ese gris vainilla que era uno de los dos únicos colores que se servían entonces para ese modelo. Había pocos coches en el pueblo y se fardaba mucho con un dos caballos, no os podéis ni imaginar como llegaba a inclinarse en las curvas con esas suspensiones. Especialmente en la curva del final del pueblo, en que la Calle Mayor se unía con la Calle del Generalísimo, en plena subida desde el cruce de la nacional. El coche se inclinaba hacía afuera de la curva de un modo espeluznante debido a la pendiente y el contraperalte. Mi primo siempre intentaba ganarle algún grado más al sentido común y por eso siempre cogía la curva con una mayor velocidad. Cuando cambió el dos caballos por un Land Rover aún no había conseguido hacer volcar el Citroen en aquella curva, gracias a lo cual pudo venderlo y ahorrarle unos billetillos a mi tío.

Mi primo siguió su evolución hacia el mundo adulto mientras yo me dirigía a la velocidad de la luz hacía mi propia adolescencia y, con el paso de los años, aún más allá. Con esa sabiduría que tienen los mayores, mi tía un día se harto de abrirme la puerta a las tantonas de la madrugada y de darme el desayuno al mediodía. Ella no estaba para malcriar universitarios hippies. Sugirió a mi primo que debía llevarme con él al campo a trabajar, madrugar y desollarme las manos me haría un hombre. Yo hubiese preferido que le encargase, mucho mejor, a mi prima lo de hacerme un hombre, por que mi prima siempre ha tenido un polvo, y con esas edades incluso varios, pero prefirió, vaya usted a saber por qué, que lo hiciese mi primo.

El fatídico día llegó, y antes de que se despertasen los gallos ya estaba yo en pie, legañoso perdido, con mis vaqueros mas viejos, dispuesto a hacerme un hombre. Mi primo me llevó al garaje y, para mi sorpresa, del mismo sacó, no su reluciente todoterreno, un novedosísimo Nissan Patrol, sino la vieja Vespa de 160 c.c., medio oxidada. La había sacado de debajo de unos sacos, y de montones, autenticas toneladas, de polvo. Le había limpiado la bujía, le había echado una lata de gasolina con su chorrito de aceite y la moto seguía funcionando. Inflarle los neumáticos y poco más. La estaba usando para ir al campo, mucho más cómoda y divertida que el Patrol, donde va a parar. El polvo ya se lo iba quitando con los rocetones cada vez que se montaba, además, enseguida cogía polvo nuevo de los caminos, ¿para que limpiarla?

Por si teníais alguna duda, el joven universitario nunca volvió a trabajar en el campo después de aquel día. La sabiduría de los mayores hizo comprender a mi tía que Dios no me había llamado para esas tareas, ni siquiera como penitencia o purga.
Recientemente, cuando hubo que vaciar el garaje por que mi prima vendía la casa de sus padres, reapareció, debajo de unos sacos y de montones, toneladas, de polvo, la Vespa. Me hice con ella, la apadriné y me la llevé a mi propio garaje. La cuidé como una hija, le cambié la bujía, le cambiée los neumáticos, le cambié las lámparas y la hice caminar de nuevo. Después, la limpié. Ese verde remanente entre el oxido no resultaba de mi agrado, decidí pintarla de un color acorde con mi impertinente juventud, amarillo chillón. Ahora si que era un moto vacilona. El año pasado conseguí traérmela a Madrid.

Un maravilloso viaje, recibiendo el aire en la cara mientras avanzas a setenta kilómetros por hora a través de la autovía. No era lo mismo que cuando la nacional tenía solo dos carriles y unas rayas en medio. Por eso hice que me la trajeran en un camión.

Por Madrid funciona de maravilla, ni BMW ni ostias en vinagre. La saco poco, es una reliquia y un tesoro. Pero que coño, un día le di un paseíto a Sarha por la Castellana y le moló, iba insultando a todo el mundo y se echó unas risas fantásticas. Por eso el otro día también fui a buscarla con mi Vespa. Ella insistió en que Jezabel debería verla. Nunca, nunca hay que hacer caso a las mujeres, nunca. Debes hacerles sentir que si se lo haces, pero en realidad nunca, nunca debes hacerlo. Total, que a Jezabel le gustó tanto la Vespa como a Sarha, así que se monto detrás. El asiento es largo y cabemos todos estrujándonos un poco. ¿Nunca os han agarrado cuatro manos cuando conducís una moto? Pues probad cuando muchas de esas cuatro manos se dedican a toquetearte impúdicamente, es difícil fijarse en el color de los semáforos. Yo iba prestando más atención a localizar coches de la policía municipal o de los agentes de movilidad, que te multan igual, que a respetar las señales.

Después de visitar algunos garitos, a pie, decidimos cambiar de zona. El alcohol nos hace valientes e inconscientes, yo todavía no soy consciente de por qué tengo esas marcas horribles en mis gemelos. Es como si me hubiesen clavado unos destornilladores. Las muchachas en la moto se iban balanceando para hacerme cambiar de carril a mi pesar, y al de los taxistas que tanto se acordaban de nuestras madres esa noche. Visto el panorama, volví a aparcar mi Vespa y continuamos nuestra visita cultural andando, o zigzagueando, aunque yo creo que durante parte de la noche los desplazamientos fueron realizados simplemente reptando.

Tengo la sensación de que esa sobredosis de alcohol fue inducida por la malvada Sarha, al principio de la noche aseguró que ella nunca haría un trío, que tendría que estar muy borracha para atreverse a hacer algo así. Desde ese momento no dejó de pedir daiquiris, mojitos o directamente tequila y vodka, mezclados. Jezabel fue mas selecta, se dedicó a probar todos los cócteles exóticos que se le ofrecían a la vista, parece ser que en Murcia no tiene acceso a estas bebidas tan cosmopolitas, yo supongo que sí, pero que en realidad en Murcia no visita los museos adecuados. Yo, por mi parte, solo bebí cubatas, ya que tenía que conducir.

A día de hoy los tres estamos estupendamente, deseando volver a repetir una noche tan dislocada. Como ninguno recordamos lo que sucedió, tenemos versiones distintas que vamos cotejando para intentar averiguar la realidad. Mientras tanto, y si no os importa, si veis una Vespa 160 GS del 62, de un bonito color amarillo chillón y matricula de Almeria, aparcada por cualquier rincón de Madrid, no dudéis en comunicármelo, os estaré eternamente agradecido.