martes, 24 de febrero de 2009

Muchos años ya.




Circunstancialmente bebía alguna copita, más solo por acompañar a la soledad, algo fresquito como pudiera ser un Martivilli, sacaba una cuñita de queso de cabra de la nevera y en lo que tardaba en ducharse y vestirse cogía la temperatura adecuada. Tras cortarla y decorar un plato con el despiece procedía a abrir la botella, a hacer cantar al corcho.
Es un hombre sencillo de sencillos caprichos, le gusta ir a trabajar con el estomago agradecido. El estomago es buen colega y cuando está satisfecho convence al resto del cuerpo de la hermosura de la vida.
Acaso alguna vez, a media mañana, se tomaba un traguito, pero solo por que los amigos no se sintiesen extraños, un Quinta Clarisa rosado con un pinchito de tortilla, y si se ponía a mano un pimientito relleno se hacía un hueco para un redoble de copa, nada, solo dos dedos. En alegre camaradería se vuelve al jornal con absoluta dedicación.
La hora de comer es sagrada, tiene reservada mesa en la tasca de doña Concha y su marido Julián, el crío, Julianin, ha salido un poco rebelde, anda por Madrid estudiando como desestructurar la ensaladilla rusa, sepa Dios lo que acabará haciendo con el fastuoso lechazo que su padre borda en el horno de leña. Hasta que esos tenebrosos días lleguen, acompaña al afortunado animal con un tintito de categoría, digamos un Cruz de Alba, que gracias a la familia de doña Concha nunca falta en la bodega, y siempre tienen una botella dispuesta para él.
Comer es un rito casi sacro, siempre la mesa de la esquina, con la silla vuelta hacía la pared, son sus momentos de mayor concentración.
Al salir los patrones le despiden con respeto y cariño, son muchos años ya, desde que llegó destinado a la ciudad. Se podrían contar con los dedos de una mano, esos dedos que sirven para medir la capacidad de una bordelesa, los días que ha faltado a su cita con el ovino y el crianza.
Su andar fatigoso y oscilante dan fe de su fidelidad, lo mismo que hace la talla de su pantalón, no se requieren más notarios.
Es un hombre estricto, jamás ha hecho horas extra, terminada su jornada no es de esos infelices que no saben disfrutar de la vida y retornan al trabajo para adelantar tarea. Él regresa caminando al hogar y, ajustado como un reloj de mecánica suiza, llega indefectiblemente a la plaza a la hora del café, que suele coincidir con la hora en que él llega al inicio de los soportales, junto al ayuntamiento. Estos suizos ya no son lo que eran por que cada día se retrasa un poco más, su andar es más dificultoso y le cuesta más respirar, por eso se hace obligatorio el descansito del café. Acaso alguna tarde acompañe el café de un reconfortante bollito, aunque la chismosa de la caja pueda asegurar que en toda su vida en común nunca ha visto faltar una copa de vino, últimamente Sinforiano, y más de una tapita de embutido, desconociendo el estomago del cliente cualquier tipo de aromática infusión. “Al menos desde que yo le conozco, que son muchos años ya”.
La ciudad resulta agradable de pasear, sobre todo después de merendarse “un café”, vivir en el centro tiene sus ventajas, aunque haya que soportar a los turistas.
Desde hace años no tiene alumnos parra preparar oposiciones, eso disminuye sus ingresos pero le da mayor libertad, él es hombre sencillo de sencillos gustos, apenas hace gasto en caprichos caros, solo lo justo en vivir sin pasar hambre. Quienes le conocen bien pueden afirmar que con lo que él come deja de pasar hambre una familia numerosa, pero eso no son más que infundios ya que él siempre se deja un huequito para rellenar en mejor ocasión.
La portera de la casa siempre le recibe con el mismo saludo: “Buenas tardes, señor juez” Tantos años ya y no cambia el soniquete. El viejo ascensor es ahora un nuevo ascensor, primorosamente restaurado, la derrama del mismo llevan pagándola dos años, sin embargo, cuando coincide con algún vecino siempre le conceden el privilegio de subir y, especialmente, bajar con toda la cabina para él. “¡Por favor, faltaría más, pase usted!”
La tarima del suelo cruje a su paso, es una madera muy antigua, con más de cien años, la asistenta se la mantiene brillante y pulida pero en las fisuras entre las tablas cabría un dedo en muchos sitios, un dedo que no fuese suyo.
Le gusta cenar temprano, así le da tiempo a hacer la digestión antes de acostarse. Abre una botellita de Valdelazarza, que ha salido muy bueno y tiene varias cajas, y se acompaña de ella mientras se hace una cena ligera, unos huevos de granja, fritos con un poco de ajo, jamón y chorizo. Al pedacito de queso que sobró del desayuno le dará uso como postre.
En la semipenumbra de su despacho, recostado sobre su sillón de piel, espera como cada noche a que de los estantes de sus librerías desciendan las vestales que le iluminaran en el recto acto de impartir justicia.
Como tantos años ya, será allí donde el sueño le venza y duerma hasta el día siguiente.

-Pon otros tres rosados.
-Se hace raro no tenerle aquí.
-Sí, hay más espacio.
-No seas cabrón. Era buena gente.
-Era un pellejo de vino.
-Pero no faltó ni un día a su trabajo.
-Ni un día trabajó, querrás decir.
-Se le acumulaban las sentencias pero las que dictaba eran sorprendentemente lucidas.
-Sorprendentemente para su estado de embriaguez.
-Ya se sabe, el vino es amigo de la verdad.
-¿Y la verdad es justa?
-Al menos todo el mundo la reconoce cuando la ve de cara.
-¿Alguien quiere un pimiento?
-Pide tres.
-¿Ya se sabe quien cubre la plaza?
-Ni idea.

El camarero les trajo los pimientos rellenos, y no pudo evitar comentarles su opinión.

-No sean malos, Don Saturnino era buena persona.
-¡Claro que sí!
-Eso es, pon otros tres rosados más, en honor a Satur, hoy la verdad será la norma en los juzgados.

martes, 17 de febrero de 2009

CAPITULO 2-y II


-Siéntese señor Palillo.
-Gracias señor Yuste, ¿me explicarán que esta pasando?
-Sin duda, pero llámeme coronel, amigo, estas tres estrellas gordas en mi manga así lo indican.
-Ah, pues muy bien coronel Yuste, pero yo es que no he hecho la mili. Y no sé cuantas estrellas tiene un coronel y cuantas un comandante, ni quien manda más si un capitán o un alférez.
-¡Señor, señor!, así va el país- exclamo el oficial, mirando con resignación al capitán Matanzas que se había sentado discretamente al fondo de la sala. – En fin, creo que tendremos que ponerle en antecedentes de todo lo que esta pasando. ¿Qué le ha comentado el capitán?
-Bueno, pues básicamente que la culpa de los follones de los últimos días los tiene mi amiga informática, Blanca.
-Exacto, de nick Bonbunny en las paginas de contactos.
-Y que a quien están buscando para raptar es a mí y que ustedes me están vigilando para evitarlo.
-Correcto. Bien, le cuento aun más. Su amiga ha establecido una especie de competición con otra mujer para ver quien de ellas se liga al hombre mas inteligente a través de esa pagina de contactos donde usted mata el rato.
Palillo se ruborizó levemente pero no dijo nada.
-Al parecer a esa página acude más gente de la que pensamos. En los meses pasados la crisis de gobierno y los movimientos en las cúpulas de las empresas que usted conoce por los medios de comunicación tuvieron su origen en crisis matrimoniales causadas por estas dos vampiresas.
-¿Cuernos? –preguntó Palillo.
-Cuernos, sí. Llamémoslo técnicamente así. Cuernos mal llevados. Bien, ahí comenzó nuestra intervención. Desde entonces las vigilamos muy de cerca.
-¿Y que tengo que ver en todo esto?, ¿por esos cuernos me quieren secuestrar a mí?, no entiendo nada.
-Escuche, no interrumpa.
-Perdón.
- La contrincante de su amiga había encontrado aparentemente a su hombre, el que le haría ganar la apuesta. Este galán debido a su éxito con una de las mujeres más interesantes de la página intentó conquistar a otra de las reinas, a su amiga Blanca, usando un nick diferente. Se puso como mote Canesvenatici, algo más inteligente y erudito que su antiguo Soloman45. Para no fallar en su primer intento y atraer su atención le envió a Bonbunny la resolución de uno de los enigmas matemáticos más en boga últimamente, la Conjetura de Poincaré, este enigma matemático se encuentra en estudio por la comunidad científica ya que unos matemáticos chinos afirmaron haberlo descifrado en el 2006, incluso un ruso en 2002 también dijo haberlo hecho pero sin publicar sus estudios completos. Esto interesó a Bonbunny y por supuesto al CESID. Como Bonbunny le dijo a Canesvenatici que eso podía haberlo copiado aunque solo con entenderlo ya demostraba ser muy listo, Canesvenatici le envió la resolución de otro enigma matemático, la conjetura de Hodge. Aquí ya el CESID se puso en máxima alerta y los demás servicios de inteligencia igualmente. ¿Me sigue hasta aquí?
- Bueno, hace poco Bonbunny pedía en su pagina hombres con cociente intelectual por encima de 200, no me extraña que ese tipo le entrase así, enviándole la resolución de jueguecitos matemáticos. ¿Sabe que a mi me envió un par de ellos? En el primero no me enteré de nada, pero el segundo si que lo resolví, quedé muy bien.
-Amigo, ¿usted sabe algo de la Conjetura de Poincaré o de la Conjetura de Hodge?
-Pues no mucho coronel, a mi me saca de cuadrar un balance o de la formula del interés compuesto y me pierdo.
-Lo suponía. Pues la Conjetura de Poincaré habla de traspolar esferas de tres dimensiones a cuatro dimensiones y se lleva estudiando más de cien años sin hallarle solución, y la Conjetura de Hodge habla de que cualquier objeto se puede descomponer en otros mas simples y unos objetos concretos, los ciclos que él llama de Hodge, se pueden descomponer en ciclos algebraicos, Esto se lleva intentando demostrar o rechazar desde hace más de cincuenta años. ¿Me sigue?
-Pues para que le voy a mentir coronel, hace rato que no le sigo.
-No se preocupe, que yo tampoco lo tengo muy claro. Pero lo tengo aquí apuntado y ya casi me lo sé de carrerilla, a mí si me sacan de la parábola de la bola de cañón también me hunden en la miseria. Pero vamos, todo esto es para hacerle ver que este tipo es un genio del espacio, de la geometría y de un montón de cosas más.
-¡Entonces Blanca ha encontrado por fin un cociente por encima de 200!
-Pues parece que sí, pero sobre todo se lo ha quitado a su competidora.
-¡Que tía, lo que ella no consiga!
-Esto no es todo.
-¿No? Bueno, claro, supongo que no.
-Bien, este fulano, no contento con sus demostraciones le envió una tercera. La de la Hipótesis de Riemman sobre números primos y números complejos.
-Qué tío, ¿eh? Y eso es muy importante, claro.
-Tanto que hay unos americanos que ofrecen un millón de dólares por cada hipótesis de estas demostrada.
-¡Coño!
-Lo más importante es la capacidad de enlazar estas teorías. Si este individuo ha sido capaz de demostrarlas igual es capaz de hacer maravillas con ellas.
-¿Pero ya está claro que las ha demostrado?
-Bueno, en eso estamos. Hemos creado una comisión de expertos que las está estudiando, aunque sería más correcto decir que están estudiando que podemos hacer con ellas y a quien podemos enviárselas para que las estudien.
-Ya, bueno, ¿y yo que pinto en esto?
- Paciencia, sigo. El problema es que ese tipo publicó en la susodicha página un encuentro sexual con Bonbunny.
-¡Es verdad!, sí, lo leí pero apenas duro un día puesto. Blanca lo eliminó.
-Claro, estuvo el tiempo imprescindible para que su rival lo viese. Debió confesarle Canesvenatici que también era Soloman45, el amigo de Onlysex24. Y ella fue capaz de exigirle esa demostración de poderío sobre su antagonista.
-¿La otra es Onlysex24?
-¿La conoce?
-¡Claro!, todo el mundo la conoce en la pagina. Pero ha desaparecido por que se iba a casar con un amigo que había conocido, ¿no seria con el “condevenici” ese?
-Pues sí.
-Joder, como son las tías, ¿eh?
-Ya se sabe.
-Sí, ya se sabe- contestó Jacobo con un suspiro.
-Bien, al grano, el fulano ese ha desaparecido después de publicar su proeza con bonbunny.
-Bueno, eso es normal, mucha gente desaparece de la página, se toman descansos, sobre todo cuando ligan.
-Ha desaparecido del todo, de su casa, de su trabajo, de la faz de la tierra.
-¿Entonces saben quien es?
-Claro, desde hace meses tenemos identificados a todos los participantes de esa página.
-¿Pero, y el anonimato?
-No me haga reír. Hay cosas más importantes.
-¿Y quien me ha intentado secuestrar y por qué? ¿Me lo pueden decir?
-Sus amigos del masaje balinés eran rusos, los chinos eran chinos. El porqué no lo tenemos muy claro, suponemos que por lo mismo que nosotros, intentamos que nos lleve hasta Blanca, y en consecuencia hasta nuestro matemático.
-¿Hasta Blanca? ¿Pero no la tenían localizada?
-Relativamente sí, pero también ha desaparecido.
-¿Y no la pueden localizar? Con los satélites y todo eso... Yo he recibido un mensaje suyo hace tres días.
-Primero, los satélites son americanos, ingleses y franceses, y nos los alquilan por horas y salen caros. Segundo, ella transmite y se conecta desde ciudades diferentes, muchas veces fuera de España, eso es mucho más caro todavía.
-Ya podía yo esperar sentado que viniese, pero es que tiene pasta, se lo puede permitir. –razonó Palillo - ¿Y como se han enterado rusos y chinos de la existencia de este tío tan listo? ¿No me diga que también rastrean las páginas porno españolas?
-Me temo que hemos descubierto una pequeña fisura en la seguridad. Uno de nuestros agentes de encriptación, de la marina, le pasaba información a un amigo bastante fanfarrón que la iba soltando en los locales de intercambio de parejas que frecuentaba, y ya se sabe que a esos sitios acude mucha gente de las embajadas. Todo se acaba sabiendo.
-Me encantan nuestros servicios de inteligencia.
-En fin, ahora esta usted con nosotros, ahora todo será más fácil.
-¿Yooo? ¿Qué puedo hacer yo?
-Amigo mío, ahora usted hará una mili reconcentrada. Le necesitamos. Se convertirá en agente nuestro. Usted nos ayudará a localizar a Bonbunny y a nuestro genio inesperado. Y de paso nos aseguramos que no intentan raptarlo más.

Era ya bastante tarde cuando Jacobo Palillo, bancario, poeta y agente secreto regresaba a su casa.
-¿De donde vienes a estas horas? ¿Se puede saber?
-Veras cariño, me ha llamado el jefe del jefe. Hemos tenido una reunión muy interesante.
-¿Aumento de sueldo?
-Pues sí, con aumento de sueldo pero tendré que dedicar todo el veraneo a un cursillo de adaptación.
-¿Tú eres tonto o te crees que la tonta soy yo? Te vas a pegar un buen veranito con alguna pelandusca mientras tus hijos y yo nos quedamos solos en la playa.
-¿Como puedes pensar eso? Esto lo hago únicamente por tu bien y el de los niños, y por el bien del país.
-Sí, héroe, tú solo vas a levantar el país trabajando tanto. Anda, lávate las manos y pon la mesa, con cucharas, que hay sopa.
(Continuará...)

sábado, 14 de febrero de 2009

(CAPITULO 2-I)


“¡Hay que fastidiarse con esta mujer! Le envío un mensaje precioso, casi una novela, con todo lo que me ha ocurrido y no solo no se lo cree, si no que me echa una bronca tremenda por renegar del masaje que me recomendó. ¡Joder! Y dice que me perdona por que ha sido muy graciosa mi historia, que me da otra oportunidad, pero que no las desperdicie.”

Blanca contestó a Jacobo en un tono poco amistoso. Aparentemente se sentía burlada, le contó que pensaba citarlo cualquier día en un local de intercambio de parejas, y aparecer de improviso para sorprenderlo, pero que no estaba siendo obediente con sus recomendaciones y eso ya no iba a ocurrir de momento. Quizás ella podía haber aparecido en la sala de masaje y sustituir a la masajista cuando él tenía la cabeza hundida en la mesa de masajes, ¿no había pensado en eso?
¿Que si no había pensado en eso?, claro que sí, no pensaba en otra cosa, pero los delincuentes interrumpieron los deseos de Palillo. Pero Blanca, Bonbunny, tenía motivos para no creerle, casi secuestran al gobernador del Banco de España ¡y ni una sola noticia en periódicos o televisión!
Sus disparos y secuestros le hacían mucha gracia y por eso le ofrecía otro masaje, pero como fuese con más dolores de agujetas y volviese a poner excusas de terroristas su amistad habría finalizado. Palillo no dudo en aceptar su oferta, prometió ser obediente, curioso y receptivo.
Entonces ella le dio su nuevo objetivo, el hammam árabe del centro. Debía ir dispuesto a disfrutar de las sensaciones que el lugar le provocase y abandonarse a la sensualidad.

Hoy viernes era el día acordado, otra vez por la mañana, otra vez en horas de trabajo, otro día arrebatado a cuenta de sus vacaciones, pero estaba como un jovencito enamorado siguiendo sin dudar las recomendaciones de su amada (como un jovencito enamorado de esos poco dominante y sin personalidad, con poco futuro en la relación todo hay que decirlo, pero Palillo no lo entendía así, era feliz en su infidelidad, el muy infeliz). La voz de su mujer le saco de su ensimismamiento.
-Hay que ver que buena estoy recién lavada.
Palillo, asomado a la ventana de la habitación, no pudo evitar una carcajada. Se volvió hacia su media naranja que se miraba desnuda frente al espejo del armario, y le comentó
-Es que la mugre afea mucho.
-No tonto, pero recién duchada está una muy vital.
-Mucho, mucho.
-Todavía estoy bien para mi edad, verdad.
-Claro que sí, cariño.
-El culo se me cae un poco, pero ya quisieran muchas tener este culo.
-Cierto, y yo. A mi también me gustaría tener ese culo, alguna noche.
-No seas tonto. Mira los brazos, se me empiezan a caer los pellejos.
-No digas tonterías, estas estupenda.
-¿Tu crees que unas morcillas de esas en los labios me sentarían bien? Mira, dime, iría así, Mmmm, mmmmm –le dijo, poniendo morros sacándose los labios ayudándose con los dedos.-Ahora se llevan mucho unos labios hinchados como con lepra.
-No sé yo si la lepra hincha los labios.
-Bueno, labios no, pero tetas si que me voy a poner, así, que tenga cincuenta años y las tetas duras y levantadas como cuando tenía quince. ¿Te acuerdas de mis tetas?- le comentó a su marido agarrándolas y levantándoselas.
-No sé, vagamente. Claro que me acuerdo, ¡que tetas más bonitas tenias!, del tamaño justo. Como ahora, por que son las mismas, ¿no?
-¿Ahora? Ahora son dos brevas caídas.
-Pues a mi me gustan.
-Bueno, sí, quizás. Ya quisieran muchas.
-Yo me conformo con esas dos. –respondió Palillo.
-Las cartucheras, la celulitis, ya no esta una para nada, con lo que una ha sido.
-Mujer, no te preocupes tanto, alguien te querrá. No estás tan mal. A mí todavía me la pones dura.
-¿Sabes que tienes razón?, alguien me querrá y si no, te tengo a ti. ¿Todavía te gusto, cariño?
-Claro, cariño.
Clara, la esposa de Palillo ya se había puesto su tanga y su sujetador, transparentes, azul clarito, de Calvin Klein. Y se encaminó al cuarto de baño. Desde el pasillo chilló:
-Hoy he quedado con esas a tomar café, tengo que ir de punta en blanco.
-Claro, Clara, claro. Lo mejor, que no se diga que tu marido no gana pasta.
-¿Hoy vendrás tarde?
-Es muy probable, tenemos reunión después del trabajo.
-Bueno igual no estoy cuando llegues, recogeré a los niños y me los llevo a las rebajas. Todavía tengo que comprarles algunas cosas antes de que nos vayamos.
-Vale, pero no gastes mucho.
-Ya sabes que yo no gasto mucho, más que nada en los niños y en ti. Yo no me compro nada caro.
-Ya, ya, si ya lo sé, por eso te lo digo. Por mi no te gastes mucho.
-Ya veré, ya veré, que en la playa todos los sevillanos van de marca y mis niños no van a ser menos.
Jacobo se resignó, no merecía la pena discutir ese tema. Como cada mes las tarjetas hundirían el presupuesto. Era así, ¿que se le iba a hacer?
Pero al menos volvía a tener parte de la tarde para él. Hoy tenía excusa para salir antes del trabajo así que dispondría de algunas horas para él y para Blanca.

Ocho horas después Jacobo subía por la calle Atocha con la cara entristecida y oliendo nuevamente a patata frita. “Otro plantón, pensaba que al menos aparecería para tomar algo en la tetería”
Caminaba como ausente, sin fijarse en la gente.
“Me he remojado en todas las piscinas, incluso en la fría esa que no hay quien soporte; he perdido diez kilos de sudor en el baño turco; me he dado el masaje, esta vez más gustoso sin agujetas; y nada de nada. Estoy sin comer pensando que pediríamos un cuscús en el restaurante, ¡ja!, ya puedo apañarme con una hamburguesa rápida”
Se detuvo para reflexionar con mayor profundidad.
“¡Mierda! El McDonald’s esta al final de la calle y estoy subiendo, bueno, pasada la Puerta del Sol hay otro. Después me cojo el metro allí mismo”.
Reanudo su paseo, en ese momento se dio cuenta de que llevaba un chino a su derecha, el de delante también parecía chino con esos pantalones imposibles que suelen llevar, cuando se percató que el de la izquierda también era oriental fue demasiado tarde para él. En lo que seguramente era un chino perfecto (en si era cantones o mandarín no vamos a profundizar) dieron unas voces, lo agarraron e introdujeron en un supermercado chino a la vista de todo el mundo sin que nadie hiciese nada.
-Eh, tíos, que yo me voy a comer una hamburguesa. No pienso comprar nada aquí.
Sin que quisiesen hacer caso al razonamiento de peso que Palillo les argumentaba, lo introdujeron en el cuartillo del fondo.
Jacobo Palillo, bancario de profesión e infiel vocacional, empezaba a estar hasta los cojones de los secuestros Express, al final era al banco a quien le tocaba devolver el dinero de sus clientes sustraído de los cajeros. Si pillaban a los delincuentes podían recuperarlo, pero todavía eso no había sucedido nunca, los juicios son largos y recurribles. Y al final era deuda que la casa matriz cargaba en el pasivo de la sucursal.
Tenía al chino mas chulo delante de él, evidentemente era el jefe de la pandilla, y a los demás rodeándole. Palillo dudaba entre seguir intentando razonar o rezar algunos Ave María, cuando se oyeron ruidos familiares en la tienda y la puerta del cuartillo se vino debajo de repente, arrancada de sus goznes. En lo que da tiempo a parpadear, cinco hombres armados entraron y se hicieron cargo de los chinos, desarmándoles e inmovilizándoles.
Un viejo conocido, entró entonces y se dirigió al asombrado secuestrado.
¿Que vamos a hacer con usted, amigo?

En el coche, de camino al edificio del CESID en la cuesta de las perdices, el capitán Matanzas le fue explicando algunas cosas.
Por su culpa el Gobernador del Banco de España, estaba hospitalizado en Londres recuperándose de un ataque de ansiedad, es decir de “miedo que te cagas”, desatendiendo sus funciones. Él se había convertido en objetivo de variados servicios de inteligencia extranjeros y todo un grupo de doce agentes estaba destinado solo para prevenir la posibilidad de que le secuestrasen. Esto había ocurrido ya un par de veces y no podía seguir sucediendo. Y la culpa de todo la tenia su amada Blanca. En el despacho del coronel Yuste, las cosas se pusieron mucho más claras.

(Continuará...)

viernes, 13 de febrero de 2009

(CAPITULO 1-y III)


Al entrar, la primera imagen fue el culo flácido de otro hombre poniéndose los calzoncillos, culo que pudo ver todo el mundo que tuviese algún interés, científico o profano, cuando otra muchacha le trajo un albornoz y abrió la puerta del vestuario para dárselo.
Con el albornoz bien cortito y las sandalias más que un aire oriental Jacobo tenía pinta de senador romano. “¡Caramba!, que bien me sienta, se empiezan a notar las horas en el gimnasio”
La chica volvió a buscarle. “Vamos allá, con la churra al aire, de paseo” En el hall, al que daban todas las salas de masaje, un mujer tomaba un zumo y le miro con interés. “Estoy hecho un figura”.
La salita de masaje era espectacular, sobre todo por la mesa, nada de camillas como las de los masajes que se daba en el Spa al que iba de vez en cuando. De madera, preciosa, con un buen agujero para meter la cabeza dentro. Se quito el albornoz y se subió a la mesa cama. La muchacha le tapó casi todo el cuerpo con varias toallas y comenzó a trabajar por zonas, dejando caer un buen chorretón de aceite bajo cada toalla que levantaba. “Ya empieza la ensalada, a disfrutarla”
El principio fue bueno. Cuando la joven se subió encima de él (por eso la mesa-cama era tan grande y resistente) y le crujió toda la espalda Jacobo se sintió en la gloria “¡por fin, cuanto tiempo esperando que me enderezaran la columna!”. Pero cuando empezó a apretarle con esos dedos de acero las piernas, los dolores provocados por las agujetas de la tarde anterior en el gimnasio, casi le hacen soltar las lágrimas, el relax se fue por la puerta y empezó el sufrimiento.
No había sido la tarde anterior una buena sesión en el gimnasio. Cuando la prensa para trabajar las piernas, cargada con 120 kilos, no enganchó bien en el seguro y se le vino encima dejándole aplastado con las rodillas a la altura de las orejas, solo esperaba que nadie se hubiese dado cuenta, a poder ser únicamente la morenita que hacia estiramientos al lado suyo y que le miraba con cara de susto. Consiguió sacar una pierna y a duras penas la otra aunque sin zapatilla. Retorciéndose logró salir y con gran dignidad volver a colocar el aparato en su posición inicial de uso.
Entre el lamentable recuerdo del día anterior y los dolores que el sensual masaje le estaba provocando, a Jacobo se le humedecían los ojos de dolor.
En esas estaba, mordiéndose los labios, cuando empezaron a oírse voces en la planta de arriba. Fuertes gritos de hombre en un idioma que Jacobo no podía identificar y chilliditos orientales de mujer en otro idioma que Jacobo no podía identificar, tailandés, seguro, o quizás balines. Lo dicho, inidentificable.
Gritos y chillidos bajaron las escaleras y empezaron a abrir puertas de las salas.
Jacobo con la cabeza metida el agujero de la cama y con la masajista nuevamente encima de él, comenzaba a mosquearse.
Su puerta también se abrió con violencia al tiempo que se oía un grito imponente. La chica bajo de su espalda con la agilidad de un macaco y se pegó de espaldas contra la pared del fondo sin emitir un sonido.
Un tiparraco grandote y fuerte le pegó un tirón del brazo y le hizo bajar de la cama a trompicones dejando todas las toallas por el camino.
En pelota picada fue sacado al hall donde ya se encontraban la parejita, ella tapándose como podía con una toallita y él malamente con las manos, sus cositas; la otra chica estaba completamente desnuda como el; los orientales estaban en otra pared y él fue llevado junto al culo del vestuario que ya se había vestido y debía estar tomándose un zumo.
Ahora pudo verle la cara al culo y se quedó petrificado, era Rodríguez Ontigosa, el gobernador del Banco de España. ¡Claro!, le pillaba cerca y seguro que era un habitual del local. Estaba claro lo que ocurría, un secuestro. ¿Y como este hombre salía de su despacho sin escolta? Era un irresponsable.
Las sospechas de Palillo se vieron confirmadas cuando todos los orientales fueron introducidos en una de las salitas de masaje y los tres jóvenes en otra, quedaron cuatro morlacos de impresión vigilándoles a ellos dos, el pobre Jacobo Palillo, vergonzantemente en cueros, y el honorable D. Julián Rodríguez Ontigosa, de los Ontigosa de toda la vida, correctamente vestido.
Afortunadamente, le trajeron sus ropas después de destrozar todo el vestuario y como buenamente pudo se aliño un poco.
El que parecía el jefe de la pandilla miró una foto y miró después a los dos acojonados clientes. Señaló a Palillo que pensó: “Hala, a la sala con los jovencitos en cueros”. En voz baja le dijo a su compañero de desdichas y de profesión (ambos trabajan en un banco).
–Suerte, tío.
Pero dos de los secuestradores le agarraron a él y le arrastraron hacia la escalera.
Jacobo gritaba.
-Os equivocáis, os equivocáis, que no soy yo. –pero los individuos no atendían, o no entendían, y lo conducían escaleras arriba.
Se oyeron más golpes en la planta superior de acceso y en lo alto de la escalera asomaron dos tipos armados con unos fusiles de esos de las películas, con muy mal aspecto y apuntando hacía ellos. Gritaron en otro idioma incompresible (o en el mismo, eso resultaba difícil de distinguir para Palillo). Los secuestradores soltaron a Jacobo y levantaron las manos, los raptores que quedaban en el hall empezaron a gritar también. Los dos de lo alto de la escalera sacaron de ella a los secuestradores y a Palillo, y otros cuatro bajaron por las escaleras. Al llegar estos al hall del sótano se oyeron ráfagas de disparos. Jacobo tembló pensando en el gobernador, los muchachos y los orientales.
Arriba, otro fulano, en un español perfecto le dijo:
-Lárguese a su casa. Usted no ha estado aquí, aquí no ha pasado nada. Olvídese de esto, pero no olvide que podemos localizarle fácilmente.
Jacobo Palillo salió a la calle. Naturalmente que podrían localizarle, por el teléfono de la cita o por mil sistemas más. ¡Que miedo! Si había que olvidarlo todo se olvidaría, de hecho el ya no se acordaba de nada.
¡Ojala no muriese ningún inocente!
Se alejó lo más rápido que pudo de allí, y al llegar a la calle Alcalá empezó a buscar un taxi, reflexionando interiormente.
“¿Acaso no era yo más feliz hace siete meses antes de que empezase todo este follón?
Vivía yo muy tranquilo, en mi casa, aburrido de la muerte, con mi sexo conyugal sano. ¿No iba a ser sano si solo se daba alguna vez al mes? Y eso con suerte. Pero vamos, lo habitual según todas las encuestas de todas las revistas de todo el mundo occidental.
Y siempre quedaban las pequeñas orgías burguesas, una vez al año, algún año dos, y tantos años sin ninguna.
Creo que ellas tuvieron la culpa, ellas me hicieron ver que existía el sexo de verdad, que era formidable, y sobre todo, sobre todo, que yo no era un paralítico amatorio.
Realmente se me estaba poniendo cara de acelga, mi mujer ya no soportaba mi rostro de funeral perpetuo y no resultaba la más animada de las compañías. Pero todo eso quizás se pudiese soportar mejor que mi situación actual. Resulto un poco indigno tal como estoy ahora, oliendo a patata frita con los aceites del masaje, a medio vestir, sin calcetines y huyendo como una rata.
¿Podría aparecer de una puta vez un taxi? No sé dónde he dejado el puñetero móvil y no encuentro mis llaves.”
Cuando consiguió un taxi, con más calma consiguió localizar las llaves.
“¡Joder, pero no está la cartera! Menos mal que llevo los calzoncillos. Tampoco la ropa tiene una pinta muy aconsejable, pero hace juego con el taxi este, que además tiene un olor algo peculiar. ¿O soy también yo?
¡Dios! ¿Podré llegar al fin a casa? ¿Cómo es posible que en plena hora punta haya también atasco? ¡Que ciudad, capital de las Españas!”
El vehiculo pudo llegar a Cibeles, pero el colapso era total.
“¡Esto es increíble! Tenia que ser precisamente hoy uno de esos días en que vuelca un camión en la carretera de Burgos, se incendia un coche en la M-40, otro se queda cruzado en la M-45 y se colapsa toda la ciudad. ¿Es posible que esto no avance? Llegaría antes andando o en metro, pero con la pinta que llevo no me bajo de este coche aunque se haga de noche. Por lo menos el taxista no es de los que te dan charla, con quejarse del alcalde tiene bastante, no estoy yo para peroratas.”
Cuando por fin llegó a casa, agradeció enormemente que su mujer, como todos los días, no estuviese en casa. Agradeció enormemente las lentejitas que estaban en la cocina. Y sobre todo agradeció estar vivo.

Ahora delante del ordenador dudaba, ¿le podría contar a Blanca lo que le había pasado o su amor cibernético y misterioso también estaba incluido en la categoría de memoria olvidada? Se lo contaría, al fin y al cabo a ella le contaba todo lo que no le contaba a nadie. Pero se lo tendría que escribir en un mensaje, ahora no estaba conectada.
Apareció el poeta que llevaba dentro, le escribiría un mensaje emocionante e intenso contándole todo. Le haría estremecerse desde la lejanía.

(Continuará...)

jueves, 12 de febrero de 2009

(CAPITULO 1-II)


En pleno centro de Madrid, ubicado entre el dinero y el arte, ocupando una esquina importante, se encontraba el local que andaba buscando. Por deformación profesional lo primero que pensó fue en el dinero que el local habría costado y en el dineral (dinero sobre dinero) que se tenían que haber gastado en la reforma.
Curiosamente, frente a tanto poderío económico como reflejaba su exterior le costó localizar la puerta de acceso, tenia vocación de discreción o incluso de clandestinidad. Al fin y al cabo era un salón de masajes orientales y quizás ese misterio le viniese bien. Se había cogido el día libre, hoy empezaba de verdad su carrera de infidelidad y vicio.

La puerta de entrada parecía una salida de emergencia. Al entrar estaba vacío y oscuro, la recepción no era muy amplia, y enseguida llegó una señorita oriental.
-¿Sí? ¿Qué desea?
-Tenía hora para la una y media, no sé si he llegado demasiado pronto.
-Sí, pronto. Tú puedes esperar ahí o marchar, como prefieras. A una y media, todo listo.
Viendo las sillas, bonitas, pero de aspecto algo duro, y la soledad del sitio, Jacobo prefirió salir al horroroso calor seco y asfixiante de esta ciudad en pleno julio, y eso que además una de esas calimas saharianas que llegan todos los años estaba plantada en todo lo alto.
“Mejor me doy una vuelta y reflexiono un poco, ¿Qué demonios hago yo aquí?”
-Pues ahora vuelvo, gracias.
-Hasta ahora.
El pobre Jacobo llevaba desde diciembre intentando engañar a su mujer, después de una de las infinitas broncas del matrimonio
“Ahora te vas a enterar, bruja, esto no es vida, te van a caer mas cuernos de los que seas capaz de soportar.”
Buscó en las páginas de Internet más diversas hasta que localizo un par de ellas con buena pinta, una simplemente para relaciones amistosas, otra con una interesante vocación meramente sexual. Después de interminables chateos, infinitos mensajes y algún que otro café, prácticamente había desistido. “Eso de follar se hará en otro país o en otro planeta, o yo soy un manta que será lo mas seguro.” Hadita, Raquel y Mariana, habían quedado en nada.
Lo único que le mantenía apuntado a una de esas paginas, obviamente a la de sexo, era su éxito, su mayor éxito, ese del que estaba tan orgulloso y, desgraciadamente, lógicamente, patéticamente, no podía contar a nadie. La chica más hermosa, la más interesante, la que tenia los textos más inteligentes, la DIOSA de la pagina, mantenía correspondencia con él, y no solo eso, le decía que entre sus mas de veintidós mil contactos, -“¡Veintidós mil! y eso fue al principio de conocerla, ¿cuantos tendría ahora?”- que él era uno de sus preferidos y le gustaba mucho leer lo que le enviaba.
Era verano y, como todos los años, Jacobo estaba a punto de partir con toda la familia, la bruja y los gemelos, hacía el apartamento de la playa así que le quedaba poco tiempo. Desde aquella enésima bronca que todo lo inició, había dado tiempo a doscientas reconciliaciones y ciento noventa y nueve peleas más. Como esta semana se produjo la discusión doscientos, nuestro hombre decidió, absolutamente liberado de remordimientos, darle finalmente a su esposa todo lo que se merecía –“y si encima me llevo algún beneficio para el cuerpo y el espíritu, tanto mejor”-
La cosa no pintaba mal, la diosa parecía comprender su problema y le iba a mostrar todos los placeres de la ciudad, y una ciudad tan canalla como Madrid tenía muchos.
“Empezaremos por un masaje balines, ya veras que torrente de endorfinas te provoca” le había escrito.
Este era el principio prometido, el futuro infiel estaba convencido de que en alguno de estos sitios aparecería su amada desconocida (en realidad, en el más de un millar de fotos que tenia de ella entre las que le enviaba personalmente y las que colgaba en la página, nunca se le veía la cara). Suponía el bueno de Jacobo que la diosa seria la dueña del local, o que quizás tuviese contactos dentro, o... “¿qué más da?, es el primer paso, ella aparecerá”.
Estos pensamientos impuros, ingenuos e infantiles, le habían permitido dar la vuelta a la manzana, bajo el mismo fuego del infierno que caía del cielo, pero aun faltaban algunos minutos para la hora exacta. Se acercó hasta un kiosco y pidió un bombón helado.
-De los chiquititos, hay que mantener la línea- le comentó al hombre descamisado, sudoroso y a punto de lipotimia que los vendía.
Con el frío en el estomago, se dirigió, ufano, hacia la tienda de los placeres, aunque algo nervioso, ¿seria un simple masaje o tendría sorpresa?
Cuando volvió a entrar en el local había cambiado su ambiente, había una parejita joven esperando en las sillas y en consecuencia la recepción parecía llena. La oriental tan “simpática”, seguía allí.
-Hola, ya estoy aquí.
-Bien, tu siéntate ahora mismo viene.
“Con que a la una y media todo listo, ¿eh? Pues es la una y media, reina de la carcajada, ganas me dan de decírtelo, hermosa”
Tuvo que sentarse finalmente y las sillas resultaron tan incomodas como parecían. Las que quedaban libres estaban conformadas por una maraña de ramas o, más bien, de un nudo de hilo de madera infinitamente retorcido sobre sí mismo hasta dar forma a un asiento, y en su interior, una bombilla, de modo que era una lámpara cuando estaba libre pero que al apoyar el culo, este quedaba remarcado luminosamente, y calentito.
“Como se clava esto. Espero que merezca la pena”
Entró otra chica desde la calle y se acercó al mostrador. También tenía cita para un masaje balines a la misma hora.
“¿Será ella? Desde luego no se parece a ninguna de las fotos que me ha mandado.”
La muchacha de la recepción pegó unas voces desde lo alto de la escalera y al momento llegaron, desde el sótano, hablando entre ellas en oriental, como discutiendo, tres muchachas más, las masajistas. Bajitas, delgaditas, uniformadas y... orientales. También se acercó, sereno, reposado, elegante, un hombre alto.
“Je, ¿quien decía que los orientales eran bajitos?, el mozo este me saca tres cabezas.
-Balinés, balinés, tu también balinés, ¿no?
-Sí.
-Pues baja con la chica
Dirigiéndose a la joven que había entrado la ultima, le dijo.
-Tú también, acompaña a la chica, por favor.
Se descalzaron, cambiaron sus zapatos por sandalias, dejaron estos en unas cajitas y, en procesión, los tres bajaron por las escaleras.

¿Que puede hacer que un hombre se enamore de una fantasía? Blanca, la Diosa, ¿qué podía hacerle pensar que era real? Todas las fotos pertenecían a mujeres diferentes, ¡no!, todas no, estaban agrupadas por mujeres de tal manera que se podía pensar que ella era alguna entre todas, pero, ¿por qué pensar eso? Esas fotos podían estar sacadas del baúl sin fondo que es Internet, algunas tenían los fondos retocados y todas estaban recortadas para ocultar los rasgos principales.
Podía ser un jovencito jugando, un madurito aburrido, un grupo de chicas divirtiéndose, incluso quizás, una ancianita marchosa con unas cuantas clases de ordenador. ¿Por qué Jacobo seguía aferrándose a esa mujer inexistente?
Motivos de seguridad, le explicó: “Un día me reconocieron en un semáforo por eso tengo que provocar la suficiente confusión para que no vuelva a ocurrir, para ti yo soy la que tu creas, ya veras como tu corazón no se equivoca al reconocerme”
Jacobo, un hombre centrado, sensato, bastante aburrido de todo, no se dejaba caer en el abismo de un amor loco, pero no podía evitar emocionarse cada vez que recibía un mensaje de Blanca, ni disfrutar como un chiquillo cada vez que era él quien escribía esos mensajes que tanto éxito le habían procurado con la belleza virtual.
Todo esto estaba en su cabeza cuando a través de los pasillos del sótano la muchacha les condujo hacia los vestuarios. La chica entró en el vestuario de mujeres, la parejita entró directamente a una de las salas de masaje y a él le mostró la puerta del vestuario de caballeros y le pidió que se desnudase completamente.

(Continuará...)

miércoles, 11 de febrero de 2009

(CAPITULO 1 – I)


Al entrar notó el agradable olorcillo de las lentejas recién hechas y, naturalmente, que su mujer no estaba.
Volvería dentro de un rato, justo a tiempo para darle un beso, meter los platos en el lavaplatos y salir a recoger a los niños del campamento de verano en el colegio.
¡Su mujer estaba liada con la vecina del tercero!
Contaba con ello para que no le viese llegar hoy, ya que había conseguido aparecer a la misma hora de siempre. Palillo llegaba tarde todos los días. En la sucursal salían a la hora que salían, bastante hacía con ir a casa a comer, los empleados solteros comían todos fuera.
Metió la ropa en la lavadora, se dio una ducha rápida restregándose bien y se dispuso a comer con toda la inocencia que fuese capaz de disimular.
Cogió el mantel y lo colocó sobre la mesa, después cubiertos, vaso, una jarrita con agua y la panera. Se sirvió en la cocina un buen plato de legumbres con chorizo y panceta y lo llevó al comedor.
Silencioso, se sentó a comer con la mirada fija en la cortina de enfrente reflexionando sobre lo acontecido. La televisión, encendida cuando llegó, seguía igual.
Al terminar retiró los platos que colocó en el fregadero, les dio un chorreoncito de agua para evitar que la porquería formase costra; retiro la jarra que llenó nuevamente y metió en la nevera; quito la panera que puso en su sitio; quito el mantel que dejo primorosamente doblado con todas las migas dentro; y se retiro él a su despachito.

Jacobo Palillo era interventor en una sucursal de La Caixa no muy alejada de su casa, no tardaba más de veinte minutos en llegar.
Con su calva de toda la vida y su bigote frondoso daba bien la imagen para su trabajo cotidiano, y además le servia de disfraz perfecto para su doble vida. Por que Palillo era poeta, y lo mantenía oculto.
De complexión fuerte pero no muy alto, Palillo se convertía en otro hombre cuando la pantalla de su ordenador se encendía. Pero no siempre había sido poeta, esto era un descubrimiento reciente.
Mientras los iconos se iban definiendo y el antivirus hacía su función se acordó del día que inició su doble vida.

Después de la enésima discusión, tomó su decisión y era definitiva, este matrimonio era un fracaso absoluto, una farsa, e iba a escapar de esta muerte en vida. Por eso ahora, con un cosquilleo de curiosidad y de expectativa, completaba el cuestionario de la página de contactos. Sin ningún tipo de remordimientos, mas bien como una especie de desafío.
“Te vas a enterar, te piensas que soy un medio hombre, sin atractivo, simplemente tu sistema de manutención, incapaz de provocar en ti cualquier sentimiento de atracción física. Ahora veras el montón de mujeres que no pensaran como tú.”
La página, que había rellenado a trozos durante las horas de navegación buscando porno con que matar los ratos de aburrimiento, estaba siendo contestada pregunta a pregunta, poniendo el máximo de interés en cada una de ellas y procurando responder con la máxima sinceridad.
“¿Cuantas mujeres no estarán deseando conocer a alguien como yo? -Casado, interesante, aburrido de una vida sin sexo, físicamente bien conservado, culto, con buena conversación.- Quizás para un pagina de contactos no resulte muy atrevido, pero es sincero. Habrá muchas mujeres en una situación parecida a la mía, seguro. Y ahora a buscar mujeres que respondan a mis necesidades. ¡Aja!, ¡Cómo no!, Fíjate que lista, inacabable, y estas fotos..., ¡si están formidables!”
Esa misma tarde, dejando a un lado el trabajo que podría terminar al día siguiente, mandó no menos de 20 mensajes, originales, uno distinto a cada mujer, dejándose llevar por su inspiración aunque algo perdido.
“Tendrán que reconocer que les escribe alguien que merece la pena, claro que me parece que con esta ultima he sido un poco fuerte, pero es que con la anterior el mensaje lo podría haber enviado algún misionero y no se notaria diferencia alguna. Bueno, ya se vera que tipo de mensaje tiene mas éxito.”

“Así empezó todo”, se sonreía ahora. Naturalmente todos los mensajes de ese día fueron un fracaso. Para que la cosa empezase a funcionar tuvo que pasar algún tiempo. Pero llegaron los primeros éxitos en los chats.
El primero de todos Hadita
-Puff....
-Puff, ¿Por qué Puff? ¿Te has equivocado?
-No, es que estoy buscando a mi marido.
-¿Cómo que tu marido? ¿Se ha perdido?
-No. Es que he descubierto que chatea por aquí y quiero averiguar con quien.
-Conmigo te puedo asegurar que no, de momento.

“Así entro Hadita en mi vida. Estrenaba yo programa de encuentros para solteros y andaba descubriendo que también era multiusos para casados. Después de algunos chats increíbles: con una motera que poco más que me escupe virtualmente a la cara por ser casado, una operada a corazón abierto con depresión y prácticamente enclaustrada en casa con un marido del que estaba separada haciendo enfermero, algunas conversaciones más normales con una directora de banco en Canarias, o una antigua colega de los conciertos de la movida; apareció ella. Tan sencilla, tan normal, tan simpática y con ese nombre tan, ¿indescriptible? Pues con su origen en la guerra civil, creo, alguien conocieron sus padres con ese nombre y les gustó. Hadita López, para servirles. ¿También los apellidos iban a ser increíbles? Naturalmente que no.”
“Y Raquel... Raquel apareció mas tarde, le gusto mucho la introducción que puse en mi perfil:
Tu situación sentimental está estancada, tu vida actual no te aporta nada en este aspecto, te asfixias en lo cotidiano y te gustaría tener una vía de escape que le aportase algo de chispa al "día a día" y te hiciese ir con una sonrisa en la boca de la que nadie más que tú conociese su origen. ¡¡Conozco muy bien esa sensación!! Pero no quieres un "aquí te pillo, aquí te mato", ni relaciones huecas que te dejen aun más vacía. Necesitas complicidad, sentido del humor (¡otra vez la rutina, no por favor!) y ante todo, sea cual sea el grado de la relación, sinceridad y confianza mutua. Pues ¿que quieres que te diga?, pero estamos hechos el uno para el otro y en estos momentos nos necesitamos un montón, ¿No crees?
Tenía mucho movimiento esa página de encuentros. Realmente en esos momentos yo me sentía bastante como reflejaba mi texto. Me quedó con bastante pinta de anuncio de posguerra, pero a ella le pareció que también reflejaba perfectamente su situación sentimental y que yo era una especio de Rodolfo Langostino, con mucha experiencia en esto de ligar con mujeres por Internet. ¡Menos mal que pronto se dio cuenta de su error!”
“O Mariana…, mi querida Mariana, perteneciente a una larga estirpe de artistas, bueno, en realidad no tan larga, pero que comenzó en su abuelo. Ella llegó a mí por el otro camino. El camino torcido del vicio. Otra pagina de encuentros en la que deposite mis máximas esperanzas de encontrar sexo terapéutico. Esta web iba claramente a por todas, una pagina para encuentros sexuales, ¡que bicoca! Fue mi primera opción, sexo con gente que quiere sexo. Sencillo y obvio. Al mes de no recibir ni una contestación a mis mensajes, me apunte a la otra en que aparecieron Hadita y Raquel. Sexo, si tan faltos estamos todos según parece, ¿por qué nadie se anima?
Al menos Mariana me hizo una seña, y cuando le conteste con un mensaje, ¡caramba!, me lo devolvió.
Y así fuimos escribiéndonos y conociéndonos. Teníamos cosas en común, lesiones en común. Los huesos de los cuarentones ya no resisten tan bien los golpes. Todo lo que me contaba me resultaba increíble y apasionante, era la reina de la mala suerte, parecía algo pirada, pero en realidad era un espíritu libre en horas bajas.”
Las recordaba, y la sonrisa bajo su bigote crecía. El ordenador estaba definitivamente operativo. Todo su éxito consistió en varias citas, inocentes, casi de quinceañeros, y en tomar algún café o alguna hamburguesa.

“Pero ¿y lo de hoy?, ¿donde dejamos lo de hoy?, ¡joder!, ¡joder! ¿Qué sentido tiene? ¿Para que haría yo caso a esa mujer?”

(Continuará...)

viernes, 6 de febrero de 2009

La discreción.


-Ramírez, por favor. Se pasa por Recursos Humanos un momentito.
-Claro, jefe.

Oficina de Recursos Humanos, tercera planta, pasillo a la derecha del ascensor, segunda puerta.

-Pase, pase, Ramírez. Fíjese que nos hemos enterado que se va usted de putas con el liberal de Pueyo.
-¿Yooooo? No, en absoluto.
-No se preocupe usted, hombre. En esta empresa somos todos muy liberales. No nos importa nada lo que usted haga en su tiempo libre.
-Pero si yo no voy de putas, nunca, con Pueyo.
-Pero hombre, no sea tímido, si el mismo Pueyo lo publica en Internet, fíjese, aquí lo pone.
“En mi empresa somos todos muy liberales, yo mismamente me voy de putas con mi jefe, cuando quiere olvidarse un poco de su mujer”. ¿Lo ve?, además Pueyo pone su nombre, su dirección, su D.N.I. para que se vea que él no tiene ningún problema en que se le identifique, así podemos conocer a su jefe. Como somos una empresa tan liberal esto no tiene importancia. Yo se lo decía más que nada para que tenga cuidado no vaya a coger alguna cosa fea en esos sitios y se nos ponga de baja.
Por cierto, las dietas esas que quería cobrar, estoy pensando en que nos las vamos a ahorrar, no sea que se las gaste en putas. Estoy seguro de que su señora me comprenderá, ¿verdad?
-Pero si eso que pone ahí es mentira. Ese Pueyo está fantaseando.
-Hombre, por dios, no me diga usted eso. Pero si parece muy sincero, mire, aquí amenaza a alguien con contar la vida secreta de dos de sus amigas que no podrían permitirse un escándalo. Lo sabe todo. Y lo usa a su conveniencia. Mantiene a sus enemigos a raya, espero que no esté haciendo lo mismo con usted. Usted disfruta de su amistad, ¿verdad? Es un empleado ejemplar, se ve que es hombre de confianza al que se le pueden confiar muchos secretos. ¿Le ha confiado usted muchos secretos de la empresa, Ramírez?
-Ninguno, ninguno. Pero está en todas las reuniones de zona, conoce todas las estrategias a corto y medio plazo.
-Lo doy por hecho, Ramírez, yo me refiero en las distancias cortas, no sé, compartiendo un cubatita, compartiendo un chochito. Como confidencias entre liberales, usted me entiende. Ande, hombre, confiésese conmigo. Aquí somos todos liberales, como una gran familia liberal, ya sabe. Vea que este empleado ejemplar es capaz de destruir la vida de cualquiera por un quiteme usted allá esas pajas. No le quisiera ver en el comité de empresa si conociese ciertos datos que usted sí conoce, imagínese que capacidad de negociación tendría. Si es capaz de vender a su madre cuando le deja sin postre, a nosotros nos podría crujir. ¿Le ha contado algo que no deba? Querido Ramírez, liberal.
-En absoluto, en absoluto.
-Me alegra saberlo, pues nada, Ramírez, La próxima vez que se vayan de putas no dejen de avisarme, hombre, que no me tenga que enterar viendo las paginas guarras de Internet que nos gustan a nosotros los liberales, ¿eh, pillín?

Despacho del Consejero Delegado, cuarta planta, al fondo del pasillo, la puerta de cristal entre los dos ficus grandes.

-¿Y bien?
-No pasa nada, cosas de liberales. Pueyo no tenía mala intención. No era ninguna amenaza. Se le escapó el comentario.
-Entonces, ¿lo de comentar la vida secreta de la gente que se la confía para perjudicarlos en su entorno familiar y laboral no es algo que haga habitualmente?
-No he podido confirmarlo, pero dado su carácter...
-Ya. Pues no parece muy de fiar. ¿Y Ramírez le ha contado a Pueyo algo que pueda llevarse a la competencia?
-Parece que no.
-Bueno, al menos nos vamos a ahorrar todo tipo de aumento de sueldo con Ramírez, mientras no se divorcie. ¿Qué piensas hacer con Pueyo?
-Nada, no es de los que duran mucho en los sitios. Y si sigue largando quien sabe de qué nos podremos enterar.
-Bueno, confío en ti, conoces mejor que nadie a la gente, por eso llevas Recursos Humanos. ¿Lo de esta noche sigue en pie?
-Por supuesto, allí estaremos.
-Perfecto, estoy deseando follarme a tu mujer, y la mía te pone ojitos, que ya lo he visto.
-Es un gusto esto de ser una empresa tan liberal.
-Sí que lo es, sí.

martes, 27 de enero de 2009

PRÓLOGO


En la todavía extrañamente calurosa noche de noviembre, con la luna en sus inicios de crecimiento apenas visible en el cielo más que como una pequeña curva de luz, solo las separadas farolas de la lujosa urbanización alumbraban algo sus calles.
Era una noche hermosa, tranquila en esa zona de la ciudad, pero existen muchas noches parecidas en el resto del mundo, y también ocurren cosas terribles en noches hermosas.

El desenlace, presumiblemente desastroso, de una malvada apuesta iniciada al pie de las pistas de esquí de Gstaad, entre dos inteligentes, atractivas, aburridas y afortunadas mujeres estaba a punto de acontecer.
Al azar habían escogido el país en que se iba a desarrollar el juego, y el juego había estado a punto de acabar con el país.
Todo el aparato del servicio de inteligencia español por un lado; la rica heredera inmobiliaria suiza por otro; la aún más rica heredera tejana del petróleo en un tercero; y en el centro del triángulo, inocente de todo punto pero temeroso de recibir todos los varapalos, se encontraba Jacobo Palillo, ciudadano honesto, cumplidor con sus impuestos y cuyo único infortunio era haber pretendido ser infiel a su mujer.

Cuando estas dos bellezas se retaron en los cómodos sillones de piel del hotel, delante de la mesa sobre la que descansaban sus respectivos vasos (con bebidas isotónicas, que ellas se cuidan mucho), para ver quien se hacia con los favores y la rendición sentimental completa del varón más inteligente posible, no sospecharon la crisis que podían provocar en un país tan escaso de cerebros como España.
Los primeros pasos los iniciaron a través de Internet, en las páginas de contactos sexuales. Ante la abundancia de oferta ese fue finalmente el campo de batalla escogido, requería muy poco esfuerzo físico y permitía montar pequeñas oficinas de captación de incautos con una sola firma para cada una. Onlysex24 y BonBunny, estaban a punto de hundir un país sin pretenderlo.

Sorprendentemente, entre los millones de ansiosos necesitados de sexo también aparecían algunos elementos brillantes que destacaban entre la multitud, generalmente casados, así de injusta es la vida sexual conyugal para el macho ibérico. Las primeras crisis matrimoniales entre elementos principales del gobierno y de los gerifaltes de algunas de las principales empresas nacionales ya provocaron la intervención del Cesid. Las importantes influencias y contactos de estas mujeres evitaron que hubiese consecuencias penales, pero el juego continuó. Los pececillos pescados eran de tan poca categoría intelectual que ninguno garantizaba ganar la apuesta. Los científicos de alto nivel podían ser más útiles, ¡y de todo había en el mar del sexo cibernético!

Los servicios de inteligencia intentaron infiltrarse entre las amistades virtuales de estos dos peligros femeninos, sin éxito. De hecho, algunos de los agentes encargados de hacerlo enviándoles mensajes o contestando en sus blogs hubieron de pedir baja por depresión y recurrir a los fármacos para solucionar problemas de impotencia tras algunas de las respuestas demoledoramente crueles que recibieron. La única solución fue captar alguna de las amistades que ya disfrutaban de la correspondencia de BonBunny o de Onlysex24, y que estaban siendo sutilmente analizadas por los expertos. El pobre Palillo fue el escogido, sin una mente demasiado brillante resultaba, sin embargo, entretenido y gracioso en sus mensajes, por lo que se estaba retrasando su rechazo por parte de BonBunny pese a que ella sabía que jamás conseguiría ganar con él. Le servia de distracción mientras seguía su búsqueda. Y en las conversaciones que ambos mantenían, el Cesid encontraba material de interés.

Los acontecimientos se precipitaron cuando al acercarse la fecha limite para la apuesta, Onlysex24 había conseguido una ventaja apreciable al cautivar a uno de nuestros astrofísicos más importantes, trabajaba para la NASA y tenia un adosado con jardín en las afueras de Madrid. BonBunny, en una maniobra desesperada, había tenido que solicitar directamente hombres con un cociente intelectual por encima de 200 en las propias páginas de contactos, obviamente con resultado nulo, por lo que intento maniobras más rastreras pero más efectivas.
Cuando el científico estaba a punto de ser engullido por Onlysex24 con una oferta matrimonial, la suiza BonBunny pudo localizarlo, seducirlo y atraparlo, el pobre tocaba demasiados palos dentro de la red y dejaba demasiadas puertas abiertas.
No satisfecha con su victoria parcial, BonBunny, le hizo escribir un mensaje describiendo su encuentro carnal y publicarlo dentro de la página de contactos que ambas rivales empleaban para sus capturas. La humillación para su rival desencadenó lo que hoy esta a punto de finalizar, con resultados desconocidos para todos.

El pobre Palillo, con su chaleco antibalas puesto dentro de la Mercedes Vito camuflada, solo rogaba salir con bien de todo aquello y si había de morir al menos esperaba, antes de hacerlo, poder ver, o incluso tocar, el rostro de la mujer que le había conducido hasta este momento y lugar.


(Continuará...)

domingo, 18 de enero de 2009

No hay cita rara.


-¿Teníamos que quedar aquí?
-Es que me gusta impresionar a las chicas.
-Pero yo no soy una chica, ¿acaso te piensas que si?
-No, no, ya se que no lo eres, es suficiente que lo sea yo.
-Espero que si lo seas. Yo no quedo con chicos.
-¿Quieres comprobarlo ya? No vivo muy lejos.
-No sé. No me fío. Tendríamos que conocernos más.
-Dame la mano.
-¿Para qué?
-Sí que eres desconfiado, sí.
-Toma.
-Mira. Estoy mojada.
-Tú no te lavas mucho. ¿Verdad?
-Nunca en la primera cita. Me gusta dejar un penetrante recuerdo.
-Sí que huele, sí.
-¿Quieres tocarlo otra vez?
-No, realmente ya me ha bastado. No quisiera que se me despellejase la mano. Quizás deberías usar ropa interior. Ahora ya entiendo el olor que había al llegar.
-No quería que te perdieras. Pareces tan simpático.
-¿Sabes? Ese olor no me excita, casi me voy a ir.
-No puedes.
-¿Por qué?
-Por que sí te excita. Sabes que vamos a hacerlo aquí mismo.
-No creo. Pareces un poco cochina.
-No lo soy, solo te estoy enredando.
-Yo no me dejo enredar, tengo muchas escamas. ¡Qué haces! No me toques.
-La tienes dura, y yo estoy mojada. Vas a hacérmelo en nuestra primera cita.
-Está dura a mi pesar. Yo soy muy limpio.
-Por eso está dura.
-No me toques más.
-Bueno, pues desabróchate tú y sácala tú. Yo no la toco, solo la chupo.
-Si te piensas que te voy a devolver los chupetones estás muy equivocada. No sería capaz de acercar mi nariz.
-No te estoy pidiendo nada.
-Te dejo que me la chupes.
-Gracias.

-Nunca se la habían tragado entera. Eres una garganta profunda.
-¿Te ha gustado?
-Francamente sí.
-Quítate los pantalones.
-No, gracias.
-Siempre dices no y luego es sí. No pierdas más el tiempo. ¿Traes preservativos?
-Solo es una primera cita, no pensaba tener que utilizarlos.
-Ya me lo temía yo. Toma alma candida.
-Voy a usar dos si no te importa.
-Si eres capaz de meter uno dentro de otro a mi me da igual.
-Es que me da reparo. Debe estar muy sucio.
-Tú sabrás. Yo me voy a agachar y tu te vas a aprovechar de mi, si te gustan los culos puedes también usar el mío.
-¿Esta tan limpio como el “oloroso”?
-Estará aun más oloroso.
-¡Que asco!
-Tú mismo.
-Por cierto, si necesitas ayuda para entrar por la puerta de atrás puedes usar esto.
-¡Pero esto son bolsitas de Ketchup!
-¿Que más da? El caso es que resbale. Las he cogido a la hora de comer, pensando en ti.
-Eres una asquerosa.
-Puede, pero tú estás con los pantalones bajados y no parece que te vayas a ir. ¿No es cierto?
-Date la vuelta, cerda.
-Hasta el fondo, ya sabes, por donde quieras. Quiere por todas partes, si te atreves.
-Ahora verás.

-Joder, ha sido asqueroso del todo. Mira como tienes el culo, todo lleno de tomate sucio.
-¿Eres tonto? ¿Cómo quieres que me mire el culo? Pero veo que te ha gustado, eso se está empinando otra vez.
-Debe ser una reacción alérgica. No me lo explico.
-Me parece que voy a terminar de endurecerlo.
-No me vayas a poner eso, coño, ¿pero como se te ocurre?
-Me gustan las salchichas con Ketchup. Ven aquí, finolis. No voy dejar ni rastro.
-Ya lo puedes dejar bien limpio.
-Ahora verás.
-¡Ahhh!. ¡Puta!. No me metas tomate por el culo.
-¿Te ha dolido?
-No. Pero no soy maricón.
-Pues cierra el pico mientras chupo y te meto el dedo. Si tienes alguna queja me paro.

-Vaya, tienes reservas todavía. Parece que no te ha desagradado del todo.
-No.
-No te avergüences, eso no implica que seas maricón, tigre.
-Pero no puedo ponerme los calzoncillos.
-¿Me estas pidiendo que te limpie?
-¿Te importa?
-Por supuesto que no.

-Oye, parece que se te endurece con facilidad.
-Generalmente no es así.
-Parece que vas a ser un poco cochino después de todo.
-No, no lo soy, me gustan las cosas muy limpias y me refiero a las cosas que chupo y donde la meto.
-Yo soy muy limpia, pero ya te he dicho que en la primera cita me gusta ser muy “natural”
-Esto no ha sido natural, es un poco repugnante.
-Ya lo veo. Creo que todavía podrías hacer un esfuerzo. ¿Otros dos preservativos?
-Me apaño con uno.
-Bien dicho.

-Deberíamos irnos. Hace rato que han cerrado.
-Bueno, pero yo ya estaba tan a gusto. No huelo nada.
-A ningún cochino le huele su porquería.
-La porquería es tuya.
-Ahora es compartida, no le has puesto muchas pegas.
-Es cierto, me has llevado al huerto.
-No es un huerto, es un vivero. ¿Quieres llevarte alguna plantita de recuerdo?
-No podría llegar con una maceta a casa. Mi mujer se mosquearía.
-Si podrías, pero tú sabrás.
-Déjalo, muchas gracias. ¿De verdad también citas aquí a mujeres?
-Claro, amor. A mi gusta conocer todo tipo de gente. Y para eso el vivero es mío.
-¿Cuándo volveremos a vernos?
-¿Tú estas loco? Yo no salgo con gente tan cochina como tú. Te he dicho que soy muy limpia.

jueves, 15 de enero de 2009

Una Vespa amarilla.


Todos hemos sido jóvenes, pero algunos han sido jóvenes antes que otros. Eso es lo que le ocurrió a mi primo. El fue joven y alegre vividor antes que yo, supongo que el ser rico de familia debió ayudar lo suyo en esto, pero seguro que mucho más ayudo el hecho de que naciese diez años antes de que me tocase a mí.
El fue uno de los primeros en tener una moto en el pueblo, y donde todos tenia una Mobilette o algo así, de aquellas que había que dar pedales cada dos por tres no sé para qué, el tenía una Vespa bien gorda, de segunda mano pero fardona, verde raro, de ese verde que era el único color de vespa que se servía entonces, un verde parecido al que tenían los hierros de las camas de hierro que no tenían color metálico. ¿Alguien sabe el color al que me refiero? ¿No? Pues no será por que yo no me explique bien, coño. Pero el color no es trascendente para esta historia, al menos ese color, fuese el verde que fuese.

Mi primo evolucionaba rápido, también quemaba rápido los billetes de su padre, la vespa pronto fue arrumbada en el garaje y sustituida por un fantástico dos caballos de color gris vainilla, un gris aburrido, de ese gris vainilla que era uno de los dos únicos colores que se servían entonces para ese modelo. Había pocos coches en el pueblo y se fardaba mucho con un dos caballos, no os podéis ni imaginar como llegaba a inclinarse en las curvas con esas suspensiones. Especialmente en la curva del final del pueblo, en que la Calle Mayor se unía con la Calle del Generalísimo, en plena subida desde el cruce de la nacional. El coche se inclinaba hacía afuera de la curva de un modo espeluznante debido a la pendiente y el contraperalte. Mi primo siempre intentaba ganarle algún grado más al sentido común y por eso siempre cogía la curva con una mayor velocidad. Cuando cambió el dos caballos por un Land Rover aún no había conseguido hacer volcar el Citroen en aquella curva, gracias a lo cual pudo venderlo y ahorrarle unos billetillos a mi tío.

Mi primo siguió su evolución hacia el mundo adulto mientras yo me dirigía a la velocidad de la luz hacía mi propia adolescencia y, con el paso de los años, aún más allá. Con esa sabiduría que tienen los mayores, mi tía un día se harto de abrirme la puerta a las tantonas de la madrugada y de darme el desayuno al mediodía. Ella no estaba para malcriar universitarios hippies. Sugirió a mi primo que debía llevarme con él al campo a trabajar, madrugar y desollarme las manos me haría un hombre. Yo hubiese preferido que le encargase, mucho mejor, a mi prima lo de hacerme un hombre, por que mi prima siempre ha tenido un polvo, y con esas edades incluso varios, pero prefirió, vaya usted a saber por qué, que lo hiciese mi primo.

El fatídico día llegó, y antes de que se despertasen los gallos ya estaba yo en pie, legañoso perdido, con mis vaqueros mas viejos, dispuesto a hacerme un hombre. Mi primo me llevó al garaje y, para mi sorpresa, del mismo sacó, no su reluciente todoterreno, un novedosísimo Nissan Patrol, sino la vieja Vespa de 160 c.c., medio oxidada. La había sacado de debajo de unos sacos, y de montones, autenticas toneladas, de polvo. Le había limpiado la bujía, le había echado una lata de gasolina con su chorrito de aceite y la moto seguía funcionando. Inflarle los neumáticos y poco más. La estaba usando para ir al campo, mucho más cómoda y divertida que el Patrol, donde va a parar. El polvo ya se lo iba quitando con los rocetones cada vez que se montaba, además, enseguida cogía polvo nuevo de los caminos, ¿para que limpiarla?

Por si teníais alguna duda, el joven universitario nunca volvió a trabajar en el campo después de aquel día. La sabiduría de los mayores hizo comprender a mi tía que Dios no me había llamado para esas tareas, ni siquiera como penitencia o purga.
Recientemente, cuando hubo que vaciar el garaje por que mi prima vendía la casa de sus padres, reapareció, debajo de unos sacos y de montones, toneladas, de polvo, la Vespa. Me hice con ella, la apadriné y me la llevé a mi propio garaje. La cuidé como una hija, le cambié la bujía, le cambiée los neumáticos, le cambié las lámparas y la hice caminar de nuevo. Después, la limpié. Ese verde remanente entre el oxido no resultaba de mi agrado, decidí pintarla de un color acorde con mi impertinente juventud, amarillo chillón. Ahora si que era un moto vacilona. El año pasado conseguí traérmela a Madrid.

Un maravilloso viaje, recibiendo el aire en la cara mientras avanzas a setenta kilómetros por hora a través de la autovía. No era lo mismo que cuando la nacional tenía solo dos carriles y unas rayas en medio. Por eso hice que me la trajeran en un camión.

Por Madrid funciona de maravilla, ni BMW ni ostias en vinagre. La saco poco, es una reliquia y un tesoro. Pero que coño, un día le di un paseíto a Sarha por la Castellana y le moló, iba insultando a todo el mundo y se echó unas risas fantásticas. Por eso el otro día también fui a buscarla con mi Vespa. Ella insistió en que Jezabel debería verla. Nunca, nunca hay que hacer caso a las mujeres, nunca. Debes hacerles sentir que si se lo haces, pero en realidad nunca, nunca debes hacerlo. Total, que a Jezabel le gustó tanto la Vespa como a Sarha, así que se monto detrás. El asiento es largo y cabemos todos estrujándonos un poco. ¿Nunca os han agarrado cuatro manos cuando conducís una moto? Pues probad cuando muchas de esas cuatro manos se dedican a toquetearte impúdicamente, es difícil fijarse en el color de los semáforos. Yo iba prestando más atención a localizar coches de la policía municipal o de los agentes de movilidad, que te multan igual, que a respetar las señales.

Después de visitar algunos garitos, a pie, decidimos cambiar de zona. El alcohol nos hace valientes e inconscientes, yo todavía no soy consciente de por qué tengo esas marcas horribles en mis gemelos. Es como si me hubiesen clavado unos destornilladores. Las muchachas en la moto se iban balanceando para hacerme cambiar de carril a mi pesar, y al de los taxistas que tanto se acordaban de nuestras madres esa noche. Visto el panorama, volví a aparcar mi Vespa y continuamos nuestra visita cultural andando, o zigzagueando, aunque yo creo que durante parte de la noche los desplazamientos fueron realizados simplemente reptando.

Tengo la sensación de que esa sobredosis de alcohol fue inducida por la malvada Sarha, al principio de la noche aseguró que ella nunca haría un trío, que tendría que estar muy borracha para atreverse a hacer algo así. Desde ese momento no dejó de pedir daiquiris, mojitos o directamente tequila y vodka, mezclados. Jezabel fue mas selecta, se dedicó a probar todos los cócteles exóticos que se le ofrecían a la vista, parece ser que en Murcia no tiene acceso a estas bebidas tan cosmopolitas, yo supongo que sí, pero que en realidad en Murcia no visita los museos adecuados. Yo, por mi parte, solo bebí cubatas, ya que tenía que conducir.

A día de hoy los tres estamos estupendamente, deseando volver a repetir una noche tan dislocada. Como ninguno recordamos lo que sucedió, tenemos versiones distintas que vamos cotejando para intentar averiguar la realidad. Mientras tanto, y si no os importa, si veis una Vespa 160 GS del 62, de un bonito color amarillo chillón y matricula de Almeria, aparcada por cualquier rincón de Madrid, no dudéis en comunicármelo, os estaré eternamente agradecido.