viernes, 28 de noviembre de 2008

Cuento para Ana Anónimo, de los Anónimo de toda la vida.


La neurona había entrado en la mente del personaje, era una neurona de poca memoria, quizás hubiese nacido allí, no podía asegurarlo. Era una neurona con muchas dudas, disfrutaba de gran amplitud en esa mente tan dada a los sentimientos pero se encontraba un poco sola, eso limitaba su experiencia y su único modo de evolucionar era dudando.

Dicen, aunque más bien debe ser una de esas leyendas urbanas, que las neuronas se parecen a sus amos. Esta neurona era un poco simple, simple y solitaria, habitaba en una mente simple y solitaria de una persona simple y solitaria. Pero tenía sentimientos, sentimientos que no falten nunca. La persona también tenía sentimientos, neurona y persona parecían tal para cual.

Un día de esos que transcurren entre año y año, la neurona tuvo un feliz encuentro con otra neurona dentro de la mente del personaje. Esto produjo un chispazo de lucidez en la persona, persona que como ya ha aparecido un par de veces en este cuento para Ana, se ha convertido en nuestro personaje principal. Vamos teniendo una historia, ya que tenemos un personaje y dos neuronas. De las cochinadas que esas neuronas hicieron en la mente del personaje nada diremos, ya esta bien de tanto sexo, además, las neuronas sexuadas nunca dieron mucho juego, pero baste decir que el personaje se hacia “pajas mentales”, esto es, que estaba hecho un lío y no sabía bien el porqué. ¡Como podía él sospechar que tenía más de una neurona y que estas eran tan cachondonas! Las neuronas sexualmente activas engendraron montones de nuevas neuronas, que fueron colonizando la mente del personaje como los hongos colonizan las juntas de los azulejos en los cuartos de baño con poca ventilación. La persona notaba un inquietante y nuevo escozor intelectual, pasó de su estado habitual de hibernación mental a otro de sentimientos llenos de pensamientos.

Quiso ponerlo por escrito, y fue capaz de rellenar una cuartilla por su canto. Quedó demostrado que no era muy extenso en sus reflexiones pero que era muy apañado manejando papel y pluma. Dentro de su mente las neuronas se encontraban en plena orgía y como eran muy descuidadas y no tenían farmacias a mano, su reproducción era una producción en masa, casi industrial, artesanal pero extensa, eran neuronas muy aplicadas que disfrutaban con lo suyo, y por ello se frotaban cada vez más (esto no es sexo, pero si alguien siente cierto escozor con el rozamiento que no se sienta culpable).

Con el paso de los años nuestro personaje era capaz de rellenar cuartillas por su cara superior, y había adquirido la pequeña habilidad de que si escribía más de una cuartilla seguida, lo escrito en la posterior tuviese relación con lo escrito en la anterior y viceversa y al revés.

La neurona que nos introdujo en la historia hacía mucho tiempo (tiempo de neurona) que había desaparecido, pero su descendencia progresaba adecuadamente. El personaje devino en escritor, y fue capaz de escribir un libro con bonita portada de color rosado.

Tenía todo un futuro por delante, si sus neuronas seguían de juerga mucho tiempo no cabía duda de que algún día sería capaz de escribir libros llenos de personajes bien descritos, con profundos sentimientos y mucha personalidad.

El escritor, antiguo personaje, se estrujaba el cerebro intentando sacar de él más de lo que tenía, la llegada de nuevas neuronas, inquietas y exigentes, le impelían a nuevas aventuras, a encontrar los ocultos horizontes que los cuentos cortos le tapaban.

Gracias neurAna, por escribir y opinar.

lunes, 24 de noviembre de 2008

Equilibrio estable


Lola se acicalaba frente al espejo marroquí que tenia en el salón junto al retrato del ché que se trajo de Cuba. Jarapas de todos los colores cubrían los sillones y tapaban las ventanas, nada en el pequeño apartamento de soltera (¡y por muchos años!) era artificial, bueno, la tele sí, pero era una tele chiquitita y la tele no era un artefacto peligroso, todas las cadenas eran fieles al ideario único y correcto.
La melena sobre los hombros con las naturales hebras plateadas propias de la edad, ¡que tampoco era tanta edad, joder!
Con los dedos se estiró el bigotillo, nada de pelos, apenas una sombra, casi no necesitaba depilarse y solo se lo permitía a Rosa, su camarada de fatigas y manifestaciones que se lo hacía con cera natural de abeja, pero estos días estaba de luna de miel en las Alpujarras con su novia Celeste. ¡Que inoportuna era esta muchacha siempre! Para una vez que ella tenía una cita y se le ocurría casarse con su novia de toda la vida justo esta semana. Tampoco tenía tanto vello en las piernas y la sobaquera nunca se la hacía. Esta última reflexión decidió que se pusiese los leotardos de colores de la feria de artesanía medieval de Guadalajara, casi los estrenaba, solo se los había puesto una vez y como después los había lavado con jabón hecho el verano pasado en la Granja de Javi, olían a limpio y a la lavanda que tenia repartida por todos los cajones. La falda quedó descartada, no vaya a ver el muchacho algún pelillo y se eche atrás, que los tíos se han vuelto muy metrosexuales. Encantada de haberse conocido y tan autentica como ella era salió a la aventura, una cita a ciegas, que a los tíos de siempre ya los tenía muy vistos.

Fermín había salido pronto de casa hacia el hotel, estaba en las afueras, incluso podríamos decir que mucho más allá de la afueras, en realidad estaba en pleno campo, lo cual era muy conveniente para la discreción exigida a una cita a ciegas, que nunca se sabe como puede acabar, ni cuanto de rápido puede terminar, mejor no exponerse a la vista de los amigotes. A ella le había parecido muy bien, había dicho algo de las ovejas y las vacas, pero sería una broma de ella, que era muy graciosa. Se habían conocido en una página de contactos mientras él chateaba con uno de sus diversos nicks, el que pertenecía al perfil en el que se hacía pasar por un pintor de retratos, ella era una hija única que vivía con su madre ya anciana en un caserón del centro. Habían congeniado rápido, tenían gustos similares, bueno, al menos su nick de pintor y ella habían congeniado y él se adaptaba rápido. El hotelito estaba al fondo de un camino de cabras, Hotel Rural con Encanto, ¡manda cojones! Borja se lo había recomendado por que lo conocía de cuando iba por allí a cazar perdices, menos mal que le había pedido a papa el Range Rover, si tiene que meter allí su BMW Z4 se llena de barro hasta las cejas. Antes de bajar del todo terreno, se echó una miradita en el espejo del parasol. Estaba perfecto, como de costumbre, el pelo bien liso peinado hacia atrás con su fijador, que le formaba esos rizos tan simpáticos detrás de la nuca, su pañuelito de seda de Hermés que hacia contraste con su Blazer. Miró la hora en su reloj de imitación Rolex, tenía cerca de diez, no podía permitirse tenerlos todos auténticos, todavía. Andaba pensando si quitarle la banderita que le había puesto a la cadena, con la pulserita y el cinturón igual ya era bastante enseña nacional, ¡que coño! Si uno es español, pues es español, que se joda quien no le guste.
Para su desgracia, al aplastar la suela de cuero de sus Castellanos recién estrenados un excremento de animal en el empedrado de acceso al hotel, su corpachón de galán fue a parar en toda su longitud contra el suelo embarrado y los restos de la propia defecación. Su entrada en la recepción no fue todo lo digna que él había planeado.


Ya no le parecía tan buena idea lo de la cita en el campo, allí donde cristo (que no existe y es el opio del pueblo) dio las tres voces. Contaba con el coche de Rufino para la cita, pero se le olvido pedírselo con antelación y lo estaban usando Raquel y Fede para bajarse al moro, había tenido que conformarse con el Renault 4 Latas de su hermano. No es como el Dyane 6, que ese era para gente encantadora, pero es un coche majo, el problema es que la pila de años que tiene encima y las pocas visitas al taller que hace no le estaban dando mucha seguridad en este viaje, por fin había llegado, pero le entraban temblores pensando en la vuelta, y más se ponía a llover como llevaba amenazando toda la mañana. Dejó el coche junto a un todoterreno enorme de esos que no deberían de existir por lo caros que son y lo mucho que contaminan, y se dirigió hacia la puerta de entrada del bonito hotel de piedra. Aspiró el aire puro y ese inconfundible olor a vaca que hace sus cosas, ¡adoraba la naturaleza! Volvía parecerle estupendo lo de la cita en el campo.
Al llegar a la habitación llamó a la puerta prudentemente y, con la llave que le habían entregado en la recepción, abrió.
El interior se encontraba en penumbra, no conocía a su amigo pero se lo iba a tirar, seguro, tan horrible no podía ser, por Internet parecía majo e interesante. Estas citas a la aventura tenían mucho morbo, quizás no eran muy “naturales” pero había que estar con los tiempos, desde que su hermana pequeña la apuntó a estas paginas de contactos se había dejado querer varias veces ya, con muy diferentes resultados, pero la intriga, las sorpresas y lo inesperado de las situaciones lo estaban haciendo adictivo, afortunadamente nadie más que su hermana lo sabia.
-Oye, ¿estas ahí? ¿Por qué has dejado esto tan oscuro?
“Me temo que sí, que tiene que ser horrible si no quiere que lo vea, o eso, o vamos a jugar a las tinieblas”

Oyó los pasos en el pasillo, la llave en la cerradura, los golpes en la puerta, la sintió entrar y escuchó su voz. Tenia toda la iniciativa perdida, había tenido que dejar toda su sucia y maloliente ropa para que se la lavasen, no podía esperarla en pelotas sentado en sillón, ni de pie delante de la ventana. Cualquier hombre al que le hagan un recibimiento similar da palmas con las orejas, pero las mujeres son muy raras, esas cosas no les gustan. Como hombre de recursos había dejado la habitación a media luz, y se había metido en la cama.
-Estoy, estoy. Esperándote ansioso. Estoy calentando la cama, que las sabanas estaban muy frías y el cuarto no está muy caldeado, estas paredes tan gruesas, de piedra, es lo que tienen.
“Mierda, los calcetines, que me los he dejado puestos”
Con rápido gesto se los quito y los tiró al suelo.

-No das opción a arrepentirse, ¿verdad? Vas directo al grano. Déjame al menos que me desnude en el baño.
“Sorpresa tras sorpresa, estos tíos son todos como marcianos. Bueno, eso es lo divertido, sin mirar y de cabeza a la piscina”. Se quitó la ropa y se planto frente a la cama.
-Aquí estoy, ¿me dejas un hueco?
-¡Caramba, que cuerpo tienes, estas formidable! ¡Que delgadita!
-Eso es la comida macrobiótica, toda salud.
Se metió en la cama y se dejó abrazar, mientras le miraba la cara.
“Pues no es feo, ¿a qué vendrán las oscuridades?
-¡Que bien hueles Anabel!
“Tengo que recordar que me llamo Anabel, es verdad”
-Será el Pachuli. Oye, estás fuerte.
-Pues eso va a ser por culpa de los chuletones de Ávila, todo proteínas.
El primer contacto fue satisfactorio para ambas partes, así que todo siguió su evolución natural.
Pero fueron tan satisfactorios el resto de contactos que estos se alargaron mas de lo habitual.
-Eres un experto, Andrés, me esta encantando.
“Los años de visitar prostíbulos es lo que tienen, que se aprenden todos los trucos clásicos” pensó él, pero contestó:
-¡Que exagerada!, hago lo que puedo. Tú si que eres algo nunca visto.
“Los años de amor libre en las comunas es lo que tienen, que aparte de pillar ladillas aprendes toda clase de técnicas orientales” pensó ella, mientras le susurraba:
-Anda ya, bobo. Eres tú la que me pone así.
El caso es que el asunto progresaba satisfactoriamente para ambas partes, muy satisfactoriamente. Tanto que él, a punto de llegar a su final, generosamente gemía: “Todo para ti, todo para ti, todo para ti...”
Cuando ella llegó a su final estalló en un orgulloso y racial: “Viva España”
Ambos cayeron unidos sobre las arrugadas sabanas, contentos de haber encontrado un alma gemela.
Tras unos arrumacos tiernos, él notó que su vigor renacía y ella notó que le vendría muy bien un poco más de relleno.
La jornada transcurrió entre populares “todo para el pueblo” por parte de él y recios “España para las españolas” por parte de ella.
Cuando le trajeron la ropa lavada y planchada, él pidió una prorroga de su estancia, era temporada baja y entre semana, no hubo problema. Sin salir de la cama más que lo imprescindible continuaron profundizando en su encuentro político.
Al cabo de una semana decidieron volver al mundo.

En el Range Rover tomaron algunas decisiones:
-Es muy cómodo este coche tuyo.
-Sí, pero es muy ostentoso, nunca lo volveré a coger.
-No seas radical, debes ser menos impulsivo.
-Bueno, solo cogeré cuando vayamos juntos.
-¿Ves? Es mucho mejor ser más ecuánime.
-Lastima lo de la UCD.
¿Qué cosa? –preguntó ella, cómodamente recostada sobre el asiento.
-Pues que haya desaparecido.
-Sí, una lastima.
-Tendremos que exiliarnos, ¿qué pensaran nuestras amistades? – meditó preocupado el conductor.
-Es cierto, nunca lo admitirían. ¿Has pensado en algún sitio?
-La India, podremos ocuparnos de los más desfavorecidos.
-A mi se me ocurre que mejor las Seychelles, que también hay mucho pobre.
-¿Y algo intermedio?
-¿Cómo qué, amorcito? –inquirió ella, al abrazarle mientras ajustaba el aire acondicionado.
-Chipre, es una isla, es un país pobre...
-Y hace una temperatura fantástica, está muy bien.
-Podremos dedicarnos a fabricar alfombras o a hacer alfarería.
-O a gastarnos, sin excesos, tus herencias. Te he dicho que debes dejar de ser tan extremista.
-Cuanta razón tienes, mi amor. En el centro esta la virtud. –dijo él, apretándola en su abrazo.

El automóvil continuaba avanzando entre la lluvia, de vuelta a la ciudad. El limpiaparabrisas apartaba las gotas del cristal, y las manifestaciones pancarteriles acababan de perder a dos de sus cabecillas. La lucha de clases debería continuar con dos importantes bajas, las guerras son así.

viernes, 21 de noviembre de 2008

¿Esto no ha hecho más que empezar?


El fuego seguía encendido, las últimas maderas coronaban un montón de cenizas que indicaban que esa era una hoguera que llevaba mucho tiempo sin apagarse, y en ellas se podían ver restos que delataban que el combustible utilizado había sido muy diverso.
En el exterior del cobertizo seguía lloviendo, hacia frío pero no tanto como para que nevase, así que el barro y la humedad lo dominaban todo.
En torno a la hoguera tres cochinos calentaban sus pezuñas y charlaban en voz baja.

-No ha sido un buen año. -comentó Constructo.
-No, no lo ha sido. –añadió Bancari.
-No señor, de verdad que no. –apostilló Curro.
-La culpa es tuya Bancari, ya no me das lo que antes me dabas, no puedo trabajar. –reprochó Constructo, subiéndose el cuello de su abrigo.
-Ya quisiera yo darte todo lo que pidieses, pero seguro que Curro no me pagará lo que le dejé para que te comprase a ti, así que no puedo prestarte más, tampoco me lo devolverías.-contestó Bancari.
-Yo te lo devolvería si le dejases a los amigos de Curro lo que te pidiesen para comprarme a mí.
-No puedo hacer eso, no ves que como tú los estás echando del trabajo, no podrían devolvérmelo.
-Yo no los echaría si tú les prestases lo que te piden.
-Constructo, reconócelo, has trabajado de más, tienes mucho trabajo realizado que no podrás vender. ¿Qué hiciste con lo ganado? – preguntó Bancari bajándose las orejas de su gorro de piel y subiéndose las solapas de piel de su abrigo de piel.
-Pues una parte me lo gaste y otra parte la seguí usando para trabajar aun más, por eso necesito que me prestes, para terminar ese trabajo que está a medias y poder vendérselo a Curro y a sus amigos.-¿Verdad, Curro, que te gustaría comprarme mi trabajo?

Curro, les miró, y suspiró.

-Me gustaría tener menos frío, me gustaría ir a trabajar mañana. ¿Podría acercarme mañana a trabajar, Constructo?

Curro, que quizás tuviese ascendentes gallegos pues contestaba con preguntas a las preguntas, se daba algunos golpes en el cuerpo con las patas, pues su camiseta de algodón cubría su desnudez pero no le abrigaba gran cosa.

-Ya me gustaría a mi, muchacho. Pero como no me compras tu trabajo, no puedo darte trabajo.
-Bancari no me presta para comprar, por que tú no me pagas por trabajar.- protestó Curro.
-¿Cómo te voy a pagar si Bancari no me presta y tú no me compras? Es absurdo, no lo entiendes.

En ese momento Curro cayó como fulminado.

-¿Que le pasa a este?
-Parece que ha muerto.
-¡Caramba!
-No tiene nuestras reservas.
-Estos cerdos se creen que pueden ser tan cochinos como nosotros. Les pierde su ambición. Ya no te podía pagar lo que le prestaste y eso ha acabado con él.
-No debiste venderle y así no me habría pedido.
-Si no le vendo, ¿cómo te pago lo que me prestaste?
-No discutamos, echa ese cerdo al fuego. Tenemos que seguir alimentándonos.
-Ahora mismo. Oye, fíjate, estoy perdiendo peso, ¿crees que eso es malo?
-No, cerdo, no. Mírame a mí, he perdido peso y estoy como nunca, conviene perder peso de vez en cuando, así estas listo para volver a engordar.

El cerdo, ya sobre la hoguera, empezaba a despedir un agradable olor a carne asada.

martes, 18 de noviembre de 2008

Todas están muy ricas


Era la cuarta ambulancia que llegaba a la plaza, dos camiones de bomberos ya estaban cerca de la fachada del gimnasio, los coches de policía eran incontables, las furgonetas de Telemadrid y Antena 3 también habían llegado ya.
La gente se agolpaba en las aceras y todos señalaban hacia el edificio. El antiguo cine ahora era un gimnasio con apenas algunos meses de uso.

-¿Tiene muchos rehenes? – preguntó el oficial al mando, que acababa de llegar en un coche de camuflaje.
-Calculamos que más de cincuenta personas, todo mujeres. –contestó el sargento que hasta ese momento se estaba haciendo cargo de la situación.
-¿Solo mujeres?
-Sí señor, a los hombres los ha dejado salir, también a un grupo de mujeres de edad algo avanzada que han salido con sus mallas ajustadas, el abrigo y muy pintadas. Estaban muy enfadadas.
-No me extraña, ha debido ser un susto tremendo. ¿Dónde se encuentran? Voy a interrogarlas, a ver que nos pueden aportar.
-Pues están allí, junto a la ambulancia que esta aparcada en aquella esquina, les han llevado un café del bar de enfrente y ellas se han pedido unas pastas de la confitería del otro lado de la calle. Así que no tenga prisa, estarán todavía un rato de tertulia.

El oficial, se dirigió con paso calmo hacía el grupo de deportistas y se presentó.
-Buenas tardes, soy el inspector Ramírez, ¿qué ha sucedido?, ¿qué pueden contarme?
-Mire jovencito, ha sido indignante, ese muchacho nos ha echado, sin ningún miramiento, ha subido a la piscina y ha sacado a todo el mundo, lo mismito ha hecho con la sauna, ha metido a todos los hombres en el ascensor y los ha mandado a la calle, a mí y a mi amiga nos ha metido en el otro ascensor y ha hecho tres cuartos de lo mismo. ¿Se da usted cuenta la falta de respeto? ¿Qué le costaba dejarnos a nosotras también con las demás?
-¿Querían ustedes quedarse encerradas?
-¡Que pregunta, pues claro!
-¿Y usted, señora, que puede contarme?
-Lo mismo, lo mismo, entró en la sala con todas esas mujeres detrás y echó a todos los hombres y a nosotras tres. Un maleducado, se lo digo yo.
-¿Las mujeres le seguían?
-¡Anda, claro!
-¿Y por que a ustedes no las ha retenido, tiene idea?
-Por supuesto, muchacho, por que no somos fértiles.
El inspector algo sospechaba al verlas a todas tan mayores. Se retiró un poco y comentó con el policía uniformado:
-Llame a las fuerzas especiales, ese tipo piensa dejarlas embarazadas a todas.

En una de las furgonetas el psicólogo había establecido contacto con el secuestrador, cuando este colgó el teléfono, los ojos del inspector le interrogaron.
-Ese individuo está muy mal, piensa permanecer ahí durante meses, no hace más que repetir que necesita provisiones para todo el invierno, que quizás no tenga suficiente, que el invierno es muy duro y que necesita tener las reservas llenas.
-Bueno, que le envíen algo de comida y le vamos entreteniendo.
-No, inspector, sí se refiere a las mujeres.
-¡Dios!, ¿no querrá comérselas, verdad?
-Hombre, igual sí, pero de aquella manera, usted ya me entiende.
-Entonces se confirma que es un violador en serie.

Cuatro furgonetas de las fuerzas especiales llegaron de improviso con sus sirenas y sus luces, aparcaron en el centro de la plaza y de ellas bajaron rápidamente un gran número de policías que se fueron repartiendo por distintos puntos de la zona de conflicto y entrando en los portales adyacentes al gimnasio, en el cielo, un par de helicópteros permanecían prácticamente estáticos sobre el campo de operaciones.

“Confío en que no haya bajas, sino al final será a mí a quien se le caiga el pelo”. El inspector volvió a la furgoneta del psicólogo.
-¿Algo nuevo?
-Sí.
-Suéltalo.
-Dígale a esos que no disparen, y llame a un veterinario.
-¿Un veterinario?
-Sí, si es alguien del Ayuntamiento, de Parques y Jardines, pues casi mejor.
-¿Me explicas?
-El tío se cree una ardilla. Está recolectando nueces para el invierno.
-¿Las mujeres son nueces?
-Eso es.
-¿Y por que expulsa a los hombres y a las mujeres mayores?
-¡Coño!, ¿cómo ha llegado a inspector? ¿Usted almacenaría tíos para comérselos? El tío está chiflado pero no es gay, eso lo tiene claro.
-Claro, por eso ha echado a las que no le gustaban, se ha quedado con las guapas.
-No se entera, las mujeres le gustan todas, a esas las ha echado por que la naturaleza es sabia.
-La naturaleza es sabia y tú te estas ganando un par de hostias.
-Mire, hombre, cuando las ardillas guardan sus nueces o las entierran, no siempre las encuentran todas, esas piezas son semillas que acaban germinando. Su instinto no le permite almacenar nueces secas.
El inspector miró al compañero con un gesto muy raro.
-Tú estás peor que él.

Al cabo de una hora el asunto estaba resuelto. Un joven alto, de pelo rubio rizado, brazos como mazas, pecho de talla extra súper, ojos azules, y mirada tierna y lánguida, escoltado por dos policías de buen porte, le explicaba al veterinario:
-Como no voy a almacenarlas a todas, si están súper apetitosas, no puedes desperdiciar ninguna, que si no se las lleva cualquier otro, mira, mira, la chiquitita estaba preciosa, a la morenita le sentaban muy bien las mallas, a esa tan alta y delgada le asomaba el tanga al agacharse, a la del pantalón corto se le marcaba sin que asomase, la del chándal largo tiene unos ojos muy lindos, a la maciza del pantalón gris no hay que quitarle ni ponerle nada, a esa madurita de caderas anchas su simpatía es mayor que sus pechos, para pechos los de la pelirroja, y en otro tamaño también son ideales los de la rubia del pelo rizado, esa otra rubia tiene un culo perfecto, esa del pantalón de ciclista cuando suda mucho abre la boca de un modo muy sensual, aquella tan delgadita lleva un pantalón de talle muy bajo y se le ve la rajita, a la de las zapatillas rojas la rajita que se le marca es la de delante, y su madre tiene un cuerpazo con mucha clase, a la morena que lleva pantalón de boxeador tenías que verla sonreír, esa que es brasileña tiene unos andares que te tumban, aquella que...
Al funcionario del ayuntamiento, le caían los sudores por la frente y procuraba adoptar una postura que no delatase el bulto de su pantalón.

El inspector interrogaba a la décima mujer.
-¿Y a usted, tampoco le importaba que las tuviese retenidas?
-Pues mire usted, es que el muchacho es tan adorable y nos mostraba tanta atención y nos mimaba tanto, que yo me decía, pues estaría bien pasar todo el invierno con él. ¿Usted no le ve?, pero si parece un peluchito, dan ganas de acariciarle constantemente y además, ¡hace unas monerías con su colita...!