viernes, 21 de noviembre de 2008

¿Esto no ha hecho más que empezar?


El fuego seguía encendido, las últimas maderas coronaban un montón de cenizas que indicaban que esa era una hoguera que llevaba mucho tiempo sin apagarse, y en ellas se podían ver restos que delataban que el combustible utilizado había sido muy diverso.
En el exterior del cobertizo seguía lloviendo, hacia frío pero no tanto como para que nevase, así que el barro y la humedad lo dominaban todo.
En torno a la hoguera tres cochinos calentaban sus pezuñas y charlaban en voz baja.

-No ha sido un buen año. -comentó Constructo.
-No, no lo ha sido. –añadió Bancari.
-No señor, de verdad que no. –apostilló Curro.
-La culpa es tuya Bancari, ya no me das lo que antes me dabas, no puedo trabajar. –reprochó Constructo, subiéndose el cuello de su abrigo.
-Ya quisiera yo darte todo lo que pidieses, pero seguro que Curro no me pagará lo que le dejé para que te comprase a ti, así que no puedo prestarte más, tampoco me lo devolverías.-contestó Bancari.
-Yo te lo devolvería si le dejases a los amigos de Curro lo que te pidiesen para comprarme a mí.
-No puedo hacer eso, no ves que como tú los estás echando del trabajo, no podrían devolvérmelo.
-Yo no los echaría si tú les prestases lo que te piden.
-Constructo, reconócelo, has trabajado de más, tienes mucho trabajo realizado que no podrás vender. ¿Qué hiciste con lo ganado? – preguntó Bancari bajándose las orejas de su gorro de piel y subiéndose las solapas de piel de su abrigo de piel.
-Pues una parte me lo gaste y otra parte la seguí usando para trabajar aun más, por eso necesito que me prestes, para terminar ese trabajo que está a medias y poder vendérselo a Curro y a sus amigos.-¿Verdad, Curro, que te gustaría comprarme mi trabajo?

Curro, les miró, y suspiró.

-Me gustaría tener menos frío, me gustaría ir a trabajar mañana. ¿Podría acercarme mañana a trabajar, Constructo?

Curro, que quizás tuviese ascendentes gallegos pues contestaba con preguntas a las preguntas, se daba algunos golpes en el cuerpo con las patas, pues su camiseta de algodón cubría su desnudez pero no le abrigaba gran cosa.

-Ya me gustaría a mi, muchacho. Pero como no me compras tu trabajo, no puedo darte trabajo.
-Bancari no me presta para comprar, por que tú no me pagas por trabajar.- protestó Curro.
-¿Cómo te voy a pagar si Bancari no me presta y tú no me compras? Es absurdo, no lo entiendes.

En ese momento Curro cayó como fulminado.

-¿Que le pasa a este?
-Parece que ha muerto.
-¡Caramba!
-No tiene nuestras reservas.
-Estos cerdos se creen que pueden ser tan cochinos como nosotros. Les pierde su ambición. Ya no te podía pagar lo que le prestaste y eso ha acabado con él.
-No debiste venderle y así no me habría pedido.
-Si no le vendo, ¿cómo te pago lo que me prestaste?
-No discutamos, echa ese cerdo al fuego. Tenemos que seguir alimentándonos.
-Ahora mismo. Oye, fíjate, estoy perdiendo peso, ¿crees que eso es malo?
-No, cerdo, no. Mírame a mí, he perdido peso y estoy como nunca, conviene perder peso de vez en cuando, así estas listo para volver a engordar.

El cerdo, ya sobre la hoguera, empezaba a despedir un agradable olor a carne asada.

No hay comentarios:

Publicar un comentario