martes, 18 de noviembre de 2008

Todas están muy ricas


Era la cuarta ambulancia que llegaba a la plaza, dos camiones de bomberos ya estaban cerca de la fachada del gimnasio, los coches de policía eran incontables, las furgonetas de Telemadrid y Antena 3 también habían llegado ya.
La gente se agolpaba en las aceras y todos señalaban hacia el edificio. El antiguo cine ahora era un gimnasio con apenas algunos meses de uso.

-¿Tiene muchos rehenes? – preguntó el oficial al mando, que acababa de llegar en un coche de camuflaje.
-Calculamos que más de cincuenta personas, todo mujeres. –contestó el sargento que hasta ese momento se estaba haciendo cargo de la situación.
-¿Solo mujeres?
-Sí señor, a los hombres los ha dejado salir, también a un grupo de mujeres de edad algo avanzada que han salido con sus mallas ajustadas, el abrigo y muy pintadas. Estaban muy enfadadas.
-No me extraña, ha debido ser un susto tremendo. ¿Dónde se encuentran? Voy a interrogarlas, a ver que nos pueden aportar.
-Pues están allí, junto a la ambulancia que esta aparcada en aquella esquina, les han llevado un café del bar de enfrente y ellas se han pedido unas pastas de la confitería del otro lado de la calle. Así que no tenga prisa, estarán todavía un rato de tertulia.

El oficial, se dirigió con paso calmo hacía el grupo de deportistas y se presentó.
-Buenas tardes, soy el inspector Ramírez, ¿qué ha sucedido?, ¿qué pueden contarme?
-Mire jovencito, ha sido indignante, ese muchacho nos ha echado, sin ningún miramiento, ha subido a la piscina y ha sacado a todo el mundo, lo mismito ha hecho con la sauna, ha metido a todos los hombres en el ascensor y los ha mandado a la calle, a mí y a mi amiga nos ha metido en el otro ascensor y ha hecho tres cuartos de lo mismo. ¿Se da usted cuenta la falta de respeto? ¿Qué le costaba dejarnos a nosotras también con las demás?
-¿Querían ustedes quedarse encerradas?
-¡Que pregunta, pues claro!
-¿Y usted, señora, que puede contarme?
-Lo mismo, lo mismo, entró en la sala con todas esas mujeres detrás y echó a todos los hombres y a nosotras tres. Un maleducado, se lo digo yo.
-¿Las mujeres le seguían?
-¡Anda, claro!
-¿Y por que a ustedes no las ha retenido, tiene idea?
-Por supuesto, muchacho, por que no somos fértiles.
El inspector algo sospechaba al verlas a todas tan mayores. Se retiró un poco y comentó con el policía uniformado:
-Llame a las fuerzas especiales, ese tipo piensa dejarlas embarazadas a todas.

En una de las furgonetas el psicólogo había establecido contacto con el secuestrador, cuando este colgó el teléfono, los ojos del inspector le interrogaron.
-Ese individuo está muy mal, piensa permanecer ahí durante meses, no hace más que repetir que necesita provisiones para todo el invierno, que quizás no tenga suficiente, que el invierno es muy duro y que necesita tener las reservas llenas.
-Bueno, que le envíen algo de comida y le vamos entreteniendo.
-No, inspector, sí se refiere a las mujeres.
-¡Dios!, ¿no querrá comérselas, verdad?
-Hombre, igual sí, pero de aquella manera, usted ya me entiende.
-Entonces se confirma que es un violador en serie.

Cuatro furgonetas de las fuerzas especiales llegaron de improviso con sus sirenas y sus luces, aparcaron en el centro de la plaza y de ellas bajaron rápidamente un gran número de policías que se fueron repartiendo por distintos puntos de la zona de conflicto y entrando en los portales adyacentes al gimnasio, en el cielo, un par de helicópteros permanecían prácticamente estáticos sobre el campo de operaciones.

“Confío en que no haya bajas, sino al final será a mí a quien se le caiga el pelo”. El inspector volvió a la furgoneta del psicólogo.
-¿Algo nuevo?
-Sí.
-Suéltalo.
-Dígale a esos que no disparen, y llame a un veterinario.
-¿Un veterinario?
-Sí, si es alguien del Ayuntamiento, de Parques y Jardines, pues casi mejor.
-¿Me explicas?
-El tío se cree una ardilla. Está recolectando nueces para el invierno.
-¿Las mujeres son nueces?
-Eso es.
-¿Y por que expulsa a los hombres y a las mujeres mayores?
-¡Coño!, ¿cómo ha llegado a inspector? ¿Usted almacenaría tíos para comérselos? El tío está chiflado pero no es gay, eso lo tiene claro.
-Claro, por eso ha echado a las que no le gustaban, se ha quedado con las guapas.
-No se entera, las mujeres le gustan todas, a esas las ha echado por que la naturaleza es sabia.
-La naturaleza es sabia y tú te estas ganando un par de hostias.
-Mire, hombre, cuando las ardillas guardan sus nueces o las entierran, no siempre las encuentran todas, esas piezas son semillas que acaban germinando. Su instinto no le permite almacenar nueces secas.
El inspector miró al compañero con un gesto muy raro.
-Tú estás peor que él.

Al cabo de una hora el asunto estaba resuelto. Un joven alto, de pelo rubio rizado, brazos como mazas, pecho de talla extra súper, ojos azules, y mirada tierna y lánguida, escoltado por dos policías de buen porte, le explicaba al veterinario:
-Como no voy a almacenarlas a todas, si están súper apetitosas, no puedes desperdiciar ninguna, que si no se las lleva cualquier otro, mira, mira, la chiquitita estaba preciosa, a la morenita le sentaban muy bien las mallas, a esa tan alta y delgada le asomaba el tanga al agacharse, a la del pantalón corto se le marcaba sin que asomase, la del chándal largo tiene unos ojos muy lindos, a la maciza del pantalón gris no hay que quitarle ni ponerle nada, a esa madurita de caderas anchas su simpatía es mayor que sus pechos, para pechos los de la pelirroja, y en otro tamaño también son ideales los de la rubia del pelo rizado, esa otra rubia tiene un culo perfecto, esa del pantalón de ciclista cuando suda mucho abre la boca de un modo muy sensual, aquella tan delgadita lleva un pantalón de talle muy bajo y se le ve la rajita, a la de las zapatillas rojas la rajita que se le marca es la de delante, y su madre tiene un cuerpazo con mucha clase, a la morena que lleva pantalón de boxeador tenías que verla sonreír, esa que es brasileña tiene unos andares que te tumban, aquella que...
Al funcionario del ayuntamiento, le caían los sudores por la frente y procuraba adoptar una postura que no delatase el bulto de su pantalón.

El inspector interrogaba a la décima mujer.
-¿Y a usted, tampoco le importaba que las tuviese retenidas?
-Pues mire usted, es que el muchacho es tan adorable y nos mostraba tanta atención y nos mimaba tanto, que yo me decía, pues estaría bien pasar todo el invierno con él. ¿Usted no le ve?, pero si parece un peluchito, dan ganas de acariciarle constantemente y además, ¡hace unas monerías con su colita...!

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