martes, 7 de octubre de 2008

Cuatro viudas.


Mañana de noviembre soleada y fresca, en el cementerio de la Almudena. El agujero, recién tapado con yeso por los operarios, se encuentra cerca de la carretera, pero no se oye mucho el ruido de los automóviles, ya que el camposanto se encuentra bastante más bajo que la autopista.
Las hojas, pardas y secas, las mueve el viento formando remolinos junto con la arena y alguna bolsa de plástico.
Los amigos se han retirado ya tras dar el pésame a la viuda, sin poder evitar hacerlo murmurando. Los hijos también se han marchado con los abuelos maternos.Junto a la tumba, solo quedan la viuda y tres mujeres más. Todas de negro riguroso, mirándose entre si.


La esposa se acerca a la enlutada más cercana.

-Tú eres Raquel, ¿verdad?
-Sí ¿Cómo es posible que me conozcas?
-Ser cornuda no implica necesariamente ser tonta. El aviso del entierro os lo envié yo.
-Lo suponía, casi lo hubiese jurado, soy Marta – comentó, otra de las mujeres, que se había unido a la pareja junto a la última de ellas.
-Yo soy Mamen, hola. –dijo esta.
-Yo, como ya sabréis, soy Lola. ¿Me acompañáis hasta la salida y charlamos un poco?

Asintiendo con un gesto todas inician la marcha, agrupadas y cabizbajas.

-Era un cabrón, ¿verdad, chicas?
-Sí, que lo era, un cabrón adorable.
-Más majo que las pesetas.
-Lastima que fuese tan mal amante. ¿No?
-¿Estas loca? ¿Mal amante? Pero si me tenía loca y era insaciable.
-¿Insaciable? Era cariñoso pero tenía la gasolina justa.
-Lo que yo decía.
-¿Cómo podéis decir eso? Era tierno y atento y siempre te dejaba satisfecha.
-¿Satisfecha, o con ganas de más?
-Bueno también, con ganas de más de él.
-Yo te tenía una envidia horrible, Lola, por poder estar siempre con él, por acostarte cada noche con él.
-Bueno, a mí no me dolía cuando le veía marchar. Sabía que volvería, y esa sensación de tenerle de vez en cuando me gustaba.
-Yo solamente le veía muy de tarde en tarde y lo estrujaba al máximo, pero sentía que me quería y eso me era suficiente.
-A mí sí me que me quería, no paraba de decírmelo. Conseguía emocionarme el muy tonto.
-Yo le quería a él, eso me bastaba, y sé que cuando estaba conmigo era feliz, se lo notaba claramente.
-Y a mí. ¿Creéis que me quería?
- A ti te adoraba Lola, si no haría mucho tiempo que te habría dejado. Yo estaba esperándole con los brazos abiertos.
-Veo que eres la más peligrosa, te lo habrías llevado y me lo habrías quitado sin dudarlo.
-Sí, para que te voy a mentir.-Pero habría seguido viéndome a mí, seguro, lo tenía hipnotizado.
-Puede ser pero yo le daba lo que ninguna de vosotras, por eso siempre tenia una ocasión, y dos, para mí.
-Lo que no sé es de donde sacaba tiempo para todo, aparte de llegar tarde algunos días en casa no faltó jamás.
-¡Ay, hija! No te lo voy a contar, pero siempre que se lo pedía venía, y yo no podía negarme cuando me llamaba.
-¿Pero todas sabíais de las demás, igual que yo?
-Claro, era un cabronazo integral.
-Sí que lo era, pero adorable.
-Un poco tacaño, ¿no?
-¿Estás loca? Nunca le faltaba un detalle.
-A mi eso me daba igual casi siempre pagaba yo. ¿Qué más da el dinero?
-Yo lo que llevaba peor era que fuese tan callado.
-¿Callado?, pero si era un conversador incansable, pasábamos más tiempo hablando que haciendo el amor, era tan interesante escucharle.
-¿Interesante?, a veces, pero algo aburrido, menos mal que era tan cariñoso y eso me daba igual.
-¿Como puedes decir que era aburrido? No me he reído más en mi vida que desde que él apareció en ella. Él me ha hecho soportar a mi marido todo este tiempo.
-Bueno, a nosotros lo que nos gustaba era salir a bailar, era un rabo de lagartija, como se movía, ¡que gracioso!
-¿Que mi marido bailaba? Pero si era un soso incapaz de dar un paso de baile sin tropezar. Solo le recuerdo dos ocasiones en que bailase conmigo. ¡Con lo que a mi me gusta bailar! ¡Que cabrón!
-Sí, pero un cabrón adorable.
-Yo no tuve nunca ocasión de salir a bailar, ni nada de nada, nuestros encuentros eran más íntimos.
- Pues anda que los nuestros, siempre encerrados, como conejos todo el rato.

La pequeña comitiva se acerca a la puerta principal. Van cogidas del brazo, como en las fotos antiguas en blanco y negro de los grupos de muchachas de los años cuarenta.


-¿Qué harás ahora Lola?
-Pues con los seguros de vida, y vendiendo el pisito que usabais de “polvera” creo que montaré un pequeño restaurante con mi novia, y quizás nos vayamos a vivir juntas. Los chicos ya son grandes y lo comprenderán. Desde luego lo que haré será no volver a veros más y espero no volver a oír de vosotras. Bueno, allí está mi familia. Hasta nunca chicas.


Las tres mujeres ven alejarse a la esposa, hasta reunirse con sus padres y sus hijos y después, todos juntos, desaparecen por la acera.

-Bueno yo me voy, que pierdo el tren, me esperan mis niñas y mi marido.
-Adiós, Marta.


Con prisa, coge el taxi que esta en la parada. Cuando este arranca, las mira, pero sin ningún gesto de despedida también desaparece.

-Bueno Mamen, tú tienes cuatro o cinco amantes más, no le echaras de menos.
-No seas insensible, yo le quería bastante. Se hacia querer el cabrón.-Sí, era adorable.
-Y tú que harás Raquel, ¿le guardarás luto eternamente?
-Yo no sé vivir sin estar enamorada. Tendré que empezar a buscar nuevamente. ¡Con lo acostumbrada que estaba a él! ¡Que pereza!
-¿Vas para el centro?
-Sí.
-¿Compartimos un taxi?
-Bueno. ¿Te tomas un café conmigo?
-Claro hija, tenemos muchas cosas de que hablar.


Mientras caminan hacia la parada de taxis, una nueva comitiva se dirige hacia el interior del cementerio. Siguiendo al coche del finado una pequeña fila de vehículos con los parientes y seres queridos avanza a paso lento.
El sol llega a lo más alto y el viento mueve las hojas que quedan en las copas de los árboles. Ya no refresca, es un noviembre muy raro, demasiado caluroso.

No hay comentarios:

Publicar un comentario