sábado, 4 de octubre de 2008

Perdida en el laberinto.


-¡Hermana, hermana, venga que lo vuelven a dar!
Del despacho de la superiora salio Sor Manuela, la directora del colegio, acompañada de la superiora y de varias hermanas más.
Desde el hundimiento del colegio hacía dos días, este se encontraba cerrado y las hermanas cobijadas en la casa madre a las afueras de Madrid.
Aunque el colegio fuese tan antiguo era imprevisible que ocurriese una catástrofe así, afortunadamente ocurrió en domingo, gran parte de la planta baja desapareció tragada por la tierra, arrastrando a los forjados de las planta superiores. No había mucha actividad en esa zona del colegio, todas las hermanas menos una se encontraban en la residencia, pero la hermana Susana estaba en la portería y había desaparecido. Todas sus hermanas se turnaban en la capilla para rezar por su alma. Los bomberos y posteriormente una empresa subcontratada por el ayuntamiento estaban procediendo a un desescombro cuidadoso para localizar el cuerpo de la desafortunada religiosa.

Matías Prats, el locutor favorito de las monjas, explicaba los últimos acontecimientos.
-Ha finalizado el desescombro en el Colegio de las Monjas Corazonistas de Jesús Resucitado del centro de la capital sin que se haya localizado el cuerpo de la religiosa desaparecida. Según informan fuentes municipales, el socavón alcanza los nueve metros de profundidad y se ha debido al hundimiento de una cueva localizada en el subsuelo del colegio. Se ha inspeccionado esa cueva tras la retirada de los escombros y se han descubierto diversos pasadizos. Tres grupos del Samur, compuestos por Médicos y ATS acompañados de Guardias Civiles expertos en espeleología están intentando localizar a la religiosa, de la que sospechan pueda encontrarse con vida. El Alcalde asegura que este agujero no es de los suyos, que las elecciones ya han tenido lugar y que ninguna tuneladora ha vuelto a su fabrica caminando, que todas han sido desmontadas. Algunos expertos estiman que estos pasadizos deben ser, como poco, de la época musulmana. ¡Para que luego digan que en Madrid no hay tradición de túneles!

La mujer no sentía frío aunque se encontraba prácticamente desnuda de ombligo para arriba, mientras que conservaba su falda, hecha jirones, y sus zapatos cuadrados sin tacón. Tenía el pelo corto, completamente despeinado y lleno de polvo, con algo de sangre reseca en su frente. En la completa oscuridad de la gruta sus ojos extrañamente abiertos no veían nada, sin embargo su cuerpo algo rechoncho y fofo se encontraba en tensión, como el de un felino a punto de atrapar a su presa. Vio la luz moverse arriba y abajo y acercarse hacia ella, ni se movió. Cuando el jovencito médico con su pantalón azul oscuro y su chaqueta amarilla pasó junto a ella no pudo reaccionar a su ataque. La mujer se abalanzó sobre su espalda y lo hizo caer, con gran velocidad le levanto la cazadora por encima de la cabeza y le dejo las manos inmovilizadas. Lo giró con una fuerza incomprensible, le arranco el cinturón y le bajó los pantalones destrozándole los calzoncillos. Con el cinturón le ató los pies para que no pudiese patalear, aunque el hombre no parecía muy dispuesto a hacerlo, se encontraba como paralizado y un olor muy significativo indicaba el estado terror del joven. La mujer le agarro el miembro y empezó a chuparlo y chuparlo, con glotonería. Y, ¡lo que es tener menos de cuarenta!, paralizado de miedo, con el culo ligeramente sucio de sus propias heces, el cabrón se empalmó. La mujer al sentir la dureza se levantó las faldas y se sentó sobre ella, lanzando unos gruñidos de satisfacción animal que acabaron en un quejido de placer, casi, casi, como si fuese la primera vez en cincuenta y tres años que ese cuerpo sentía un orgasmo de placer sexual. Cuando los quejidos terminaron, como un animal perseguido la hembra satisfecha desapareció nuevamente en la oscuridad.

El resto del grupo, llegó al poco tiempo alertado por los gritos y gruñidos, encontrando al infortunado aun temblando en estado de shock. Le retiraron hasta la superficie. Allí mismo tomaron la decisión, seguirían inspeccionando las intrincadas galerías que estaban descubriendo, galerías que se enredaban y se bifurcaban, que descendían aun más en muchos tramos y que estaban llenas de pozos que no parecían tener fondo. Pero era imprescindible seguir, una fiera andaba suelta y era peligrosa, acababa de sentir el sabor de la sangre por primera vez (es una metáfora para no tener que decir semen que parece como que no queda muy bien en este caso).
-Chicos, por favor, tened cuidado, no sabemos de lo que puede ser capaz. Esa mujer parece muy trastornada.
-No se preocupe jefe, lo tendremos. ¿Se viene con nosotros?
-No, no, Charlie, soy más necesario aquí.
-Claro, claro, jefe, era broma.

A lo largo de la noche, hubo varias bajas más. Cada vez que un miembro se quedaba solo, era atrapado, erguido e introducido. Daba igual la fortaleza del individuo que poseyese el miembro profanado, este acababa siendo utilizado hasta la total satisfacción de la mujer y posteriormente abandonado. Un hermoso ejemplar de Guardia Civil, barbado y de pelo rubio, fue sacado entre sollozos. Un enfermero delgadito y calvo, tuvo que ser retirado entre espasmos. El doctor Salazar no tuvo más suerte, tuvo que recibir unos puntos de sutura en sus genitales, al ser mayor se endurecía con mayor lentitud por lo que los chupetones succionadores fueron demasiado fuertes.

El grupo finalmente comprendió que no debían separarse ni unos milímetros, pero no todos los pasadizos permitían el paso de dos personas al mismo tiempo. La situación se tornó dramática cuando al intentar penetrar por un orificio angosto (¡a quien se le ocurre!) el sargento Ramírez fue literalmente arrancado de la cordada y arrastrado hacia la oscuridad. Aterrados, todavía al otro lado del agujero, oyeron los alaridos de pánico del guardia civil y los jadeos y espasmos de la monja salvaje. Cuando pudieron llegar hasta Ramírez, este yacía en el suelo, con los ojos en blanco, completamente desnudo con su pene (¡vaya pedazo de pene!) flácido pero extendido en su máxima longitud y enrojecido en su totalidad, casi en carne viva; fueron algunas horas las que el infeliz estuvo pidiendo socorro sin que sus compañeros se atrevieran a intervenir. Cuando en el exterior pudieron comprobar que su pelo se había quedado completamente cano (antes aun conservaba alguno cabellos oscuros), el Samur y la Guardia Civil decidieron detener la búsqueda. Gracias a la intervención del alcalde esto no ocurrió, no podía permitirse que una monja violadora encontrase una guarida inaccesible desde la que atacar a indefensos varones. Tenían que encontrarla costase lo que costase, de hecho, él había recibido un chivatazo, alguien le había detalladas instrucciones de su situación exacta dentro de los laberintos. En el exterior nadie sabía lo que estaba ocurriendo, en teoría todas las bajas eran por excesivo cansancio en la complicada búsqueda. Tenía que aparecer esa mujer, nadie entendería que se abandonase a su suerte a una monjita, adorable, a la que padres y madres conocían de toda la vida cuando iban a dejar y recoger a sus niños en el cole.
“Encontradla y clausuremos para siempre esas galerías infernales” Cuando el alcalde se enfadaba y alzaba la ceja, nadie se atrevía a contradecirle.
Los miembros y cuerpos de los miembros de los cuerpos de seguridad y asistencia sanitaria volvieron al trabajo. Aterrados, pero volvieron. Las chicas que iban con ellos (guardias civiles, médicos y ATS) iban descojonadas aunque algo preocupadas, especialmente las que tenían alguna relación afectiva con los varones.

-Hermana, hermana, corra, corra, que la han encontrado, corra, corra, esta viva, la han encontrado.
Reunidas frente al televisor, las monjitas pudieron ver con alivio como su compañera era sacada en una camilla. El primer plano del cámara sobre el cuerpo envuelto en el papel térmico dorado mostró su rostro desencajado, aparentemente ensangrentado y lleno de polvo, muy delgado y demacrado, con una mueca quizás de terror en su boca, …aunque cualquiera juraría que podía ser una sonrisa.

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