lunes, 28 de mayo de 2012

Hotel



A mucha gente los hoteles les parecen fríos, no a mí. Me encanta su orden y su aparente limpieza, y el tacto grueso de las sabanas. Además, es campo neutral. Ni tu casa ni la mía, sin pistas, más excitante. Sin apoyo del entorno, uno es lo que es, lo que puede ofrecer en el momento.

Andaba dando vueltas por el dormitorio, abriendo los cajones. Curioseando los frasquitos del baño y pensando como recibirla. Desnudarme y tumbarme sobre la cama estaba descartado, no me parecía muy viril, sentarme en el sillón frente a la puerta podría parecer una acusación de tardanza, quedarme de pie parecería prisa y ganas de irme. Simplemente me puse cómodo y seguí matando el tiempo hasta que sonaron sus golpes en la puerta.

Llevabamos tiempo chateando, más del habitual antes del primer encuentro, pero estaba muy ocupada, o al menos eso decía. Las fotos no enseñaban su cuerpo ni su cara, no se fiaba de nadie, una web cam era inimaginable. De hecho había exigido que nuestro encuentro fuese fuera de la ciudad. Nos ibamos a conocer en nuestra primera cita sin red, hasta ahí había llegado nuestra complicidad e intimidad a través de la pantalla. A la excitación de tenerla unia la intriga por conocerla.

Cuando abrí para dejarla pasar la miré y sonreí , ella cerró la puerta, dejó su bolsa de viaje en el suelo y me miró. Sonrió y se acercó para unir sus labios con los mios. Sentí que la sangre volvia a recorrer mi cuerpo y que hacía especial escala por debajo del ombligo, ella también lo notó y entró en el baño a asearse. Salió vestida únicamente con unas braguitas y un sujetador de color burdeos que resaltaban sus largas piernas y sus atractivos pechos. Rapidamente la despoje de tanta ropa y nos abrazamos y besamos como si fuese la primera vez que era.

Comencé a quitarme la camisa pero ella me detuvo, fueron sus dedos los que siguieron sacando los botones de sus ojales, siguió con el cinturón, dejó caer el pantalón, me apretó las nalgas y bajó mis calzoncillos lo justo para que yo me sintiese liberado de la opresión. Apreciando la dureza de mis argumentos, besó la punta de mi miembro, despejó la cabeza presionando el resto hacía atrás, y lamió toda la humedad antes de introducirla en su boca. Sin prisa me llevó cerca del cielo, era un fantástico principio. La detuve, besé nuevamente sus labios y su lengua generosos, me deshice del lio de zapatos, pantalones y calzoncillos, y juntos arrojamos la ropa de la cama al suelo.

Tumbada de espaldas sobre la cama, continuamos nuestras exploraciones. Al besar su cuello noté el olor fresco y dulce de su perfume, olor que con el paso de los minutos se mezclaria con su sudor y el mío. En mi recorrido hacía el interior de sus muslos, pude disfrutar de cada centimetro de su piel, que besaba, acariciaba, mordía, con una mezcla de deseo y de rabía por no poder haberlo hecho antes. Su cuerpo era tan receptivo a mis caricias, y sus gemidos me sonaban tan autenticos, que solo deseaba ser capaz de hacerla aullar. Ella abrió sus piernas y la indicación estaba clara, mis labios y mi lengua debían abrir camino en su interior y en el portal. Noté sus dedos entre mi pelo y mil descargas de felicidad recorrieron mi nuca. Ella empezaba a estar muy humeda, tanto, que su propia humedad me permitió inspecionar al tiempo sus dos entradas, sabía que eso le gustaba y por la forma de arquearse sobre las sabanas y su susurro de satisfacción intuí que no debía parar, que debía llegar hasta el final de este primer orgasmo. Habiamos tenido las bocas muy ocupadas y no estabamos muy habladores, pero ya habiamos hablado mucho antes de poder tocarnos, necesitabamos ponernos al día.

Todos mis miedos a una posible decepción de cualquiera de los dos quedaron arrojados a la papelera de debajo del escritorio. Habíamos conectado muy fuerte, intelectualmente, antes de vernos y ahora nuestros cerebros estaban dispuestos a llevarnos hacia un comportamiento cuasi salvaje que duraría todo el día, por que teniamos todo el día.

Solamente un día.

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