jueves, 31 de mayo de 2012

Otro Hotel





Mientras escapaba a toda prisa, no podía dejar de pensar en las sabanas ensangrentadas que dejaba atrás. ¿Cómo podía haber salido todo tan mal? ¿Cómo una simple cita con tan buena pinta había podido acabar así?

Los buenos relatos empiezan por la mitad, ahora toca ir al principio de la historia.

Habíamos alcanzado cierta notoriedad en la página, así que terminamos contactando, acordando la cita de reconocimiento de rigor y aprobándola con nota. ¡Que persona tan maja, me gustará llevármela al huerto!, pensamos ambos de ambos.

El lugar de encuentro quedaba en mis manos así que escogí un hotel de mi cadena favorita al que no había ido nunca, me gusta cambiar (y no dejar muchas pistas).

Caballerosamente pasé a recogerla con el coche, y resultó que existían algunos problemas de logística con los métodos anticonceptivos y de protección que pudimos resolver, pero perdimos algún tiempo en ello, me había informado que tenía que marcharse a principio de la tarde. Con todo, eso no fue lo peor. Otra información fue mucho más impactante en el resultado de la cita.

- Tengo la regla, ¿quieres que lo retrasemos?

¡Dios mío, la señora de rojo de los anuncios! ¡Y yo con la reserva pagada!

- No pasa nada, estoy acostumbrado. A mi mujer le gusta así.

¡Antes morir que perder la vida!, pensé. (La pela es la pela, ¿que queréis?)

A toda prisa, por que estábamos perdiendo tiempo y el tiempo es polvo, llegamos al hotel, donde con mi aire de seductor dominador de la situación le expuse firmemente al recepcionista:

-Tenemos una reserva.

El fulano me miró de abajo arriba, con aire de “a los seductores dominadores de la situación me los paso yo por el forro de los huevos” y me contestó:

-La salida es a las 14,00 h. señor, y la habitación está todavía ocupada.
- ¿Cómo que a las dos? En todos los hoteles de esta cadena es a las doce.
-  Correcto señor, casi todos, pero en este no. Si quiere darse una vuelta y volver más tarde.

Le miré fijamente con mi mirada de “no te das cuenta que me estas echando a perder un buen revolcón”, pero él aguantó firme mi mirada respondiéndome con la suya de “te jodes viejo vicioso”.

-Claro, mas tarde volvemos, no pasa nada.

Agarré de la cintura a mi pareja y le ofrecí tomarnos una coca cola para hacer tiempo. Ella que lo había oído todo, acepto con resignación e incluso fue magnánima con mi fracaso.

- No te preocupes, tenemos tiempo. Y si no repetimos en otra ocasión.

“Tenemos tiempo, tenemos tiempo. Para un artista como yo un par de horas no son nada”. Era lo que pensaba pero me lo callé, igual ella liquidaba la faena con dos pases de pecho y entraba a matar a las primeras de cambio.

Así que pasamos nuevamente por la fase de la coca cola y demostramos que seguíamos siendo muy majos pero yo un poco más imbécil.

Por fin llegamos a la habitación, y nos metimos en faena. Los prolegómenos fueron satisfactorios así que en el momento adecuado penetré.
Balanceamos nuestros cuerpos para nuestra mutua satisfacción, todo parecía ir bien, yo estaba francamente duro y respondiendo positivamente, pero algo fallaba. De golpe ella saltó de su postura sobre mí como si le hubiese picado un abejorro por dentro.

- Lo siento, espera un momento, me noto que estoy chorreando. ¿No lo hueles? Voy a limpiarme.

Yo me quede tumbado sobre la cama, con el pene tieso y un preservativo lleno de churretones rojizos colgando a media asta. La pierna y la sábana con goterones igual que en el suelo camino del baño, como miguitas de pan en un cuento, señalaban la huida de mi compañera de juegos.
Al ver todo aquello mi miniyó perdió su firmeza, de modo que retiré el preservativo usado, lo puse encima de uno de esos papeles inútiles que siempre tienen las habitaciones de los hoteles tratando de manchar lo menos posible, y me limpié las manos y el muslo con la sábana que perdió su virginal limpieza. Poner el nuevo preservativo no fue fácil, aquello se había venido abajo estrepitosamente por que siguiendo las indicaciones (yo soy muy bien mandado) olí. Olí ese olor metálico de la sangre del preservativo.

Al cabo de un rato, ella volvió del baño.

- Me he limpiado lo mejor posible, pero ha venido muy fuerte. ¿Seguimos?
- Claro. –contesté-. Pero tendrás que intentar animarlo, se ha despistado un poco.
- No pretenderás que me la meta en la boca, está manchada de sangre.
- No, claro que no. Quizás podría yo hacértelo a ti, por el borde, por donde no sangra, para animarme un poco.
- Ni se te ocurra. ¿No notas el olor?

¡Ah, el olor! El olor se metía por todos mis agujeros, no solo por las fosas nasales. Creo que también lo olía por las orejas.

- ¿Empleamos la entrada posterior? Un buen anal siempre me anima mucho.- Pregunté, con ánimo de no dejar que la situación decayese.
 - Lo siento cariño, pero ayer tuve clase de iniciación al “fisting” y lo tengo dolorido. No me excitaría.
 - Bueno, seamos tradicionales.

Al cabo de un buen rato de ser tradicionales sin conseguir un mínimo de firmeza homologada, con un par más de retiradas de ella al baño para aumentar su higiene, con el preceptivo cambio de preservativo tras cada retirada, con un aumento de manchas casi escandaloso sobre las sábanas y con el dichoso olor llenando la habitación, conseguimos por fin una pequeña homologación y ella pudo alcanzar su orgasmo, o fingir que lo conseguía por que se le hacía tarde.

Con el deber cumplido y un mínimo aseo de mi cuerpo para retirar toda la sangre residual, al volver pude ver el estado en que había quedado todo.

- Vámonos rápido o nos van a hacer pagar un suplemento de limpieza.- Propuse.
- Sí, que no llego a tiempo.- Contestó.

Y aquí estábamos cuando empezó este relato. Saliendo por piernas para evitar la vergüenza de que nos llamaran guarros o que llamaran a la policía por haber realizado actos satánicos y sacrificio de pollos en la habitación.

Tras pagar rápidamente, conseguimos llegar de regreso al coche sin haber sido detenidos

- Tenemos que repetir, para no quedarnos con esta sensación rara, ¿no crees?– Pregunté.
- O también podemos olvidar que ha sucedido-. Sugirió ella.  

Ella tenía otro trofeo para su colección, y yo podía marcar una muesca más en mi revolver, pero ninguno podía estar muy orgulloso de su actuación.

2 comentarios:

  1. Espero que alguna de las muescas que adornan tu revólver te recuerde tragedias menos sangrientas. Hay gente que afirma que para que el sexo sea bueno tiene que ser sucio; pero yo soy de los que opinan que en ocasiones son más satisfactorios los métodos manuales. Hay que innovar en la vida, y los métodos tradicionales aparte de hacerte perder tiempo te hacen perder dinero. Espero que esta experiencia no te haga "venirte abajo" permanentemente, y que podamos disfrutar de momentos de mayor entereza en el futuro.

    ResponderEliminar
  2. Hola Balagar, bienvenido, pero no sé de que me hablas, eso nunca pasó, jamas ha ocurrido, hemos olvidado que sucedió.

    ResponderEliminar