martes, 19 de junio de 2012

Los peligros del hogar.



Llegamos riendo, abrazados, besándonos, hasta el portal de tu casa. Ya en el ascensor nuestras manos y nuestras lenguas exploran y anticipan. Abres la puerta y me dejas entrar en tu seguridad.

- ¿Quieres tomar algo?

Sabes que te quiero tomar a ti y agradeces mi negativa, vamos directamente al dormitorio, nos desnudamos, nos acariciamos y estamos amándonos hasta que los cuerpos no aguantan más. Permanecemos abrazados, sintiendo nuestros corazones volver a latir con un ritmo normal, el sopor nos vence y no nos resistimos. Cuando abrimos los ojos seguimos abrazados, con calambres en los brazos y dolor de cuello, no hemos querido dejar de sentirnos ni un momento y ahora lo pagamos. Tengo que irme, lo sabes y me dejas hacer. Voy a la ducha y a ti te gusta verme así, yendo y viniendo desnudo después de la batalla. Cuando estoy en la puerta vestido, sales tu desnuda de la cama, me abrazas, me besas con un dulce, húmedo y largo beso que llevaré el resto del día puesto.

- Vente mañana a desayunar.

Llamo al telefonillo y no oigo tu voz, la puerta se abre directamente. Al llegar a tu piso, la puerta también está entreabierta, no llamo y cierro detrás de mí. Estás en la cocina, esperándome, solo llevas puesta una camiseta no muy larga. Continuamos con el beso donde lo dejamos ayer. Está todo preparado en el salón, un desayuno completo, en el aire flota el aroma a café recién hecho. Charlamos, comentamos, reímos, desayunamos, yo por segunda vez. Se está muy a gusto aquí, contigo, vengo de otro hogar y puedo comparar, me siento relajado viendo tus ojos y tu sonrisa. Te beso. Volvemos al dormitorio y las horas se nos hacen cortas. Debo marcharme, hay que trabajar. Otra ducha, y algo más, he salido muy rápido de casa. Intento no hacer ruido, pero lo inevitable es poco evitable. Cuando salgo sonríes. Esa sonrisa es mi perdición, tus dientes me gustan, tus labios me gustan, toda tú me gustas. Evito meterme en la cama otra vez y me despido.

- Ven mañana a comer y te quedas después. ¿Te apetece?

Llamo y me contestas. Subo en el ascensor con una vecina y su perro. Toco al timbre y tu cara iluminada al abrirme me alivia de todos los disgustos de la mañana. En la cocina has preparado unos aperitivos que llevo en una bandeja al salón donde ya se encuentra la mesa puesta. Huele divinamente en esa cocina. No hay prisa en comer, nos gusta charlar, pero está todo muy rico. Al terminar, pasamos al sofá. Nos abrazamos, nos besamos. No hay prisa, sí hay prisa. Me arrancas la ropa, te quito lo que llevas puesto, y hacemos el amor sin apartar los cojines, frente al televisor encendido. Agotada el ansía primera, nos vamos cogidos de la mano hasta la cama del dormitorio. Se nos hace de noche sin que nos demos cuenta, los días tienen muy pocas horas para nosotros.

- Estoy tan a gusto contigo. No te vayas nunca.

Tumbado en la chaise longue, con los pies en un almohadón sobre la mesita, espero que traigas el café. Nuestra relación va muy bien, nunca lo hubiera pensado, me encuentro relajado, en paz cuando estoy contigo. Me siento como un rey en tu casa, me mimas, me cuidas. Tu casa es tan bonita, todo ordenado y limpio. Tú eres tan natural, te adoro. Cuando llegas con el café frunces el ceño al verme desnudo allí estirado. Me pongo los pantalones y la camisa, la dejo por fuera y solo abrochada con un par de botones, yo siempre dando facilidades al amor. Recoges las tacitas y las llevas al fregadero, a la vuelta enredamos nuestras piernas, nos abrazamos y charlamos largamente. Finalmente debo marcharme, me ajusto la ropa y te beso.

- ¿Ya te vas?

Estar en tu casa es fantástico, estás tú, no hay discusiones, no hay peleas, conectamos. Me siento como en la mía, no, mucho mejor. Puedo ser yo mismo, sin falsas imposturas para impresionarte. Me has dado todo tu amor, toda tu confianza. Ya no sonríes cuando vuelvo del baño, por que ya no me esperas en la cama. Toda la casa es nuestro paraíso, cualquier lugar es bueno para abrazarnos. Tengo algunas cosas de aseo junto a las tuyas en la repisa sobre el lavabo, y me dejaste un cajón del armario del dormitorio para ropa de emergencia, sin contar con esos zapatos carísimos que quisiste regalarme y no puedo llevar a casa. Antes de marcharme meto los cacharros en el lavaplatos.

- Hasta luego, mi amor. Bájate la basura, ¿te importa?

Tumbado sobre tu cama, pienso en lo dichoso que me siento y en lo afortunado que he sido de encontrarte. No me iría nunca de aquí. No pensaba que la convivencia fuese posible, me parecía un mito, mi experiencia así me lo demostraba. Te oigo trastear en la cocina y sonrío. Te imagino con el pelo todo revuelto, vestida únicamente con tus zapatillas de pelo y forma de ratón, y mi chaleco que has recogido del suelo al salir. No puedo aguantar más en la cama sin darte un abrazo y un beso y me levanto a hacerlo. Alzas tu cara para recibir mi beso en la mejilla y te doy una palmadita en el trasero. Abro la nevera y me hecho un poco de zumo con soja en un vaso. Te sonrío. Me siento feliz.

- ¿Tienes que acabarte mi Vivesoy? ¿No puedes abrirte esa cerveza especial que te compro?, ¿tú te crees que es fácil de encontrar esa mierda turbia alemana que solo tú bebes? Por cierto, a ver si no dejas por el suelo tu porquería de ropa. Y hablando de porquería, a partir de ahora usa la escobilla del inodoro o vas a fregar tu el baño, además, si no te importa, rico, los pelos de la ducha los quitas cuando termines que no soy tu esclava para ir limpiando por donde pases. No sé que narices te has creído que es mi casa, vienes cuando te da la gana, te marchas cuando te cansas, como si fuese un hotel, yo te pongo la comida y te la recojo, como gran esfuerzo metes las cosas en el lavaplatos y a mi me queda todo lo demás. Como te vuelva a ver tirado por el sofá sin hacer nada te voy a echar por la ventana, me iría yo, pero es mi casa así que estoy pensando que es mejor que te vayas tú, así podré deshacerme de todas tus cosas que me dejan sin sitio para las mías. Estoy harta, estoy harta y estoy harta, ¿me entiendes?

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