jueves, 14 de junio de 2012

Un gran muro blanco.




Me despertaba otro día más y sabía que volvería a ocurrir. Llevaba así un par de meses, tenía la sensación de estar metido en la película del día de la marmota. Volvería a pasar por aquella calle y volvería quedarme plantado delante de aquella pared.

La primera vez que me ocurrió volvía andando de trabajar. De repente me encontré caminando por calles poco habituales en mis trayectos hasta que topé con un solar donde alguien había pintado todo el lateral del edificio trasero con pintura blanca sobre los ladrillos. Dentro del solar una chica rubia de pelo corto recogía en una bolsita de plástico un regalito de su pequeño perro, pero el solar no estaba especialmente cuidado, tenia cascotes, otros regalos de perro sin recoger, algunos hierbajos y poco más.

Al día siguiente volví. Pensé que si el muro estaba pintado de blanco quizás fuese por que algún pintor callejero lo hubiese preparado para realizar alguna obra espectacular en él. Me quedé allí delante mirando la pared, pero no se apreciaba ningún movimiento artístico ni de otro tipo. Solamente una chica rubia de pelo corto cruzó por la acera con unas bolsas de supermercado durante todo ese tiempo, así que me olvidé del solar y de la pared y me fui al cine.

Sin embargo, por uno u otro motivo, todos los días siguientes hasta ayer he acabado delante del muro blanco. Daba igual lo que estuviese haciendo o cuales fuesen mis intenciones para emplear mi tiempo cada jornada, siempre pasaba por esa calle.

Recuerdo uno de esos días. Llevaba a pie firme frente al solar un buen rato, y eso sin haberlo planeado. Súbitamente se me encendió una luz interior, seguro que el problema consistía en que yo estaba demasiado lejos, lo que fuera que me atraía hasta allí podría apreciarlo si me acercaba hasta poder tocarlo. Decidí cambiar de acera. Una chica rubia de pelo corto casi me arrolla cuando estaba esperando para cruzar. Se había saltado el semáforo y un camión casi la atropella, para esquivarlo prácticamente cayó sobre mí. Yo, cívicamente, esperé al muñequito verde para atravesar la calle, me metí en el solar y palpé la pared. Nada. Fui de un lado a otro de la parcela, inspeccioné todos los ladrillos a mi vista, casi diría que uno a uno, sin observar nada especial. Desconcertado volví a casa.

Una de esas noches que suelo ir de parranda con los amigos al finalizar la juerga me dejaron en casa en un estado un poco calamitoso, sin embargo, y no consigo recordar como, aparecí delante del muro blanco que se encontraba iluminado por una farola que lo teñía de naranja. Tenía la cabeza ya bastante más despejada y deduje que debía quedarme allí por que algo ocurriría. En el edificio de al lado una chica rubia de pelo corto se asomó al balcón en camisón y la luz tras ella conseguía que su cuerpo se transparentase completamente marcando su silueta, habría merecido la pena regodearse con la visión pero no podía despistarme, aguante una, dos o tres horas más sin moverme, mirando la pared. Cuando ya no pude más conseguí encontrar el camino a casa, convencido de que por culpa de mi falta de aguante seguro que me iba a perder lo que fuese que tuviese que ocurrir esa noche.

Día tras día pasaba por delante del solar, el muro no evolucionaba y yo no encontraba explicación a mi obsesión. En realidad involuntaria, ya que no pensaba nunca en la dichosa pared, simplemente acababa apareciendo por allí y me quedaba mirando. Como aquel día que los telediarios dijeron fue el más caluroso del mes en decenios. El solar estaba en sombra y yo en la acera de enfrente soportaba todo el sol del mediodía. Una chica rubia de pelo corto vestida con una camiseta blanca y pantalones vaqueros muy recortados pasó por delante de mí comiéndose un helado, eso me hizo pensar en que ya era hora de almorzar y en que me iba a dar una insolación.

No os penséis que esa pared ocupa ni un segundo de mis pensamientos pero, como por culpa de una maldición, siempre acabo delante de ella. Estoy seguro de que es por algún motivo, sé que es el destino el que quiere que yo vaya allí una y otra vez. Yo creo en el destino, así que si finalmente hoy vuelvo a pasar por delante del solar no voy a apartar mi vista de ese dichoso muro, sé que finalmente descubriré que tiene de especial y por qué está señalado para mí.

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