miércoles, 27 de junio de 2012

Souvenir de aeropuerto.




No te pensaba tan atrevida, después de un día de escapada, a escondidas en el hotel, me quisiste acercar hasta el aeropuerto aunque alguien te podría reconocer. Bonito detalle.

El puente aéreo no necesita grandes esperas previas antes de embarcar y menos para los ligeros de equipaje como yo. Sin embargo, siempre tan prudente, no te quisiste arriesgar. Lógicamente nos sobró tiempo que podíamos haber aprovechado en la habitación. Nos escondimos en uno de los baños, tú preferías el de hombres, te convencí de escoger el otro. En la estrechez de la cabina nos besamos como dos amantes que han dejado cosas pendientes por hacer, pude morder tus pechos otra vez, sentir tu humedad sobre mí. Esta vez fui yo el que afortunadamente, desgraciadamente, puso fin a nuestra calentura. Recogimos la ropa del suelo y llegamos a tiempo de que pudiese volver a desvestirme para pasar el arco de seguridad y no tener que esperar al siguiente vuelo que llegaría a una hora demasiado sospechosa a Madrid.

Junto a la ventanuca, después de ver como el aparato despegaba, sentía todos tus olores en mi piel, no conseguía apagar la excitación de tu recuerdo y pensaba que todo el mundo estaba pendiente del bulto de mi pantalón. Saqué mi teléfono, en modo avión y desconectados todos los medios de transmisión de datos, y me puse a escribirte esta carta de amor.

Amor de una tarde, amor de una vez, amor que deseo repetir sin saber si me lo permitirás. Quiero volver a acariciar el interior de tus muslos, a besar el pliegue de tus ingles y a sentir ese escalofrío de tu cuerpo cuando mojo con mi lengua los labios de tu sexo. Necesito sentir ese calor que desprendes cuando para besarme te resbalas sobre mí montando tus curvas sobre mis escasas carnes consiguiendo que me vuelva a introducir en ti y que nos acoplemos sin que exista un centímetro de tu piel que no abrase la mía.

Cuando te vi llegar tan señora conseguiste excitarme sin quitarte una prenda y sin mostrarme más partes desnudas de ti que tus brazos. El placer de quitarte cada pieza de ropa era similar al que sentía cuando notaba tu vello erizarse, o notaba encogerse tu ombligo. Sabía que estabas mojándote entera, que me deseabas tanto como yo te deseaba.

Tu cuerpo desnudo es lo que ahora veo cuando levanto la vista buscando palabras en el aire hermético de este avión. Tus largas y delgadas piernas o la corta melena rubia que apenas toca tus hombros y no se corresponde con el escaso pelo de tu pubis. Tus pechos que se yerguen en mi honor y endurecen sus puntas bajo mis manos. La imagen de tu culo ofrecido a mis ojos en una línea continua que casi se inicia en tu cintura y se une a una mojada herida abierta y sonrosada que palpita y me reclama. Recuerdo cada minuto transcurrido después y toda tu abandonada a mis deseos, recuerdo la estrechez de la entrada mientras empujaba intentando encontrar ilusamente tu estomago desde la puerta de atrás y el sonido de mis caderas golpeando tus nalgas mientras gemías con la cabeza sobre la almohada respondiendo a cada embate con un sonido de placer. Puedo ver como si no hubiesen transcurrido estas horas, como si fuese ahora mismo, ese gran ojo mirándome después de retirarme de ti, cuando la estrechez ha desaparecido transformada en una puerta al paraíso, o al infierno de los pecadores que somos. Incapaz de levantarte sigues ofrecida y no puedo evitar introducir mis dedos antes de que te vayas cerrando lentamente. Oigo tus palabras solicitando clemencia, exigiendo más, te pido un respiro, ya no soy un chaval, pero tu sabes como reactivarme con tus labios consiguiendo la firmeza necesaria para introducirme en tus jugos que no se agotan. Pienso en nuestras bocas enlazadas y en nuestro movimiento acompasado, en como enredabas tus piernas en las mías, en tus ojos que miraba mientras intentaba romperte y ellos solo me sonreían retándome a conseguirlo. Podría seguir y repetir cada minuto de nuestro encuentro pero espero que tu los recuerdes de forma tan agradable como lo hago yo, lo suficiente para reclamar mi presencia otra vez a tu vida, siquiera unas horas en que podamos borrar el mundo y reducir el universo a nuestro egoísmo ardiente.

Te deseo.

Al finalizar de escribir, sin poder eliminarte de mis pensamientos me había perdido la puesta de sol, ya había anochecido y estábamos a punto de llegar, no puede resistirme más y me levanté para ir al baño antes de que no me lo permitiesen, tenía los calzoncillos empapados solo de la excitación y me preocupaba tener también húmedos los pantalones, cosa que ocurriría si seguía en esa postura. Tuve que ponerme en pie y realizar el paseíllo contigo dentro de mi bragueta y aunque llevaba la chaqueta intentando esconderte notaba mil ojos sobre mí.

De regreso a casa, en el taxi, metí la mano en el bolsillo, saqué tus bragas y pasando del taxista las olí por última vez antes de tener que esconderlas.

1 comentario: